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Aunque tú no lo sepas: una charla con Antonio García de Diego



En esta edición de 'Aunque tú no lo sepas' charlamos con el gran músico, compositor, multinstrumentista y productor discográfico Antonio García de Diego sobre la gira de 'Benditos Malditos' por tierras mexicanas.

Antonio García de Diego ha colaborado con los artistas contemporáneos más importantes de España como Miguel Ríos, Víctor Manuel, Ana Belén, y por supuesto Joaquín Sabina a quien ha acompañado tras la pluma y sobre los escenarios durante toda su carrera.


Para más entrevistas suscríbete al canal de YouTube de Casa Yonki.

Riki: synthpop californiano para bailar entre luces neón



Por Iván Gutiérrez


El escenario está teñido de luces neón color azul y guinda, sobre él una joven de atuendo goth-punkero-ochentero (pantalón, botas y guantes negros, cabello estilizado a lo Robert Smith), nos canta con voz hipnotizante acerca del espíritu del amor en un viaje sonoro de atmósferas oníricas. En el puente de la canción la cantante empieza una coreografía sensual, que termina de apoderarse de la atención de todos los presentes. Es oficial: estamos bajo el hechizo de Riki. 

Originaria de los Los Ángeles, California, Riki es una compositora que debutó en 2020 con su álbum homónimo, una propuesta de synth-pop-new wave que incluye ocho canciones de tintes melancólicos, melódicos, surreales y sintetizadores. Tras la cálida recepción del público y una amplia participación en conciertos y festivales por Estados Unidos, Riki lanza su segundo álbum “Gold” en 2021, presentando nuevamente ocho canciones que fusionan la angustia privada con la emoción de un himno, en un sonido que hace eco de bandas como Saâda Bonaire, Strawberry Switchblade, Bryan Ferry y Bananarama. 

Hace un par de semanas tuvimos la oportunidad de escuchar en vivo a esta gran artista, quien nos deslumbró con su actuación en las instalaciones de Richards Goat Tavern & Tea Room. No desperdiciamos la grata coincidencia y siguiendo nuestra curiosidad periodística decidimos entrevistar a esta cantante, quien nos contó más detalles sobre sus álbumes, su trayectoria musical y los planes que tiene para este 2024. A continuación la conversación con Riki. 


***

Iván: Escuché que estuviste en Tijuana hace poco, en un concierto con Boy Harsher, ¿disfrutaste tocar al otro lado de la frontera?

Riki: Sí la verdad fue un gran show, había mucha energía, la gente respondió increíble, me dejaron un sentimiento buenísimo, muy excitante.

I: Cada una de las portadas de tus álbumes son bastante diferentes una de otra, la primera me remite más a influencias goth-post-punk de los 80s, mientras que en la segunda hay una imagen más limpia que hasta parecer rozar con el pop, ¿de dónde viene este cambio?

R: Hay similitudes en el sonido de ambos álbumes, pero también diferencias. El segundo, “Gold”, fue hecho en una etapa en la que estaba sola, buscando recrearme, es una especie de partida, un mundo interno y de fantasía, mientras que el primero, “Riki”, trata más sobre quién soy en el mundo real.

I: ¿De dónde te vino la idea de coverear esta gran canción “Por qué te vas”?

R: Mi mamá es mexicana, su familia viene de Guerrero, así que crecí con esa canción, es algo que mi mamá escuchaba en su juventud. La canción es un clásico, la han covereado muchísimas veces, y es una gran canción, es un tema que puedo sentir, cuando lo canto siento toda la melancolía.



I: El baile es una parte importante de tu show, ¿de dónde viene esto?

R: Viene de la forma en la que siempre he escuchado y disfrutado la música. Creo que la música es más que solo escucharla, y me gusta expresarla más allá de cantarla. así que bailo. Cuando era una niña tomé un par de clases de ballet, después al crecer miré muchos videos de artistas como Madonna, Michael Jackson, y con el tiempo empecé a inventarme mis propias coreografías.

I: ¿Qué opinas de la nueva escena de new-wave y synth-pop que lleva un par de años ebullicionando en California?

R: Está brillando con mucha fuerza, desde hace años que está creciendo todo el movimiento post-punk, desde artistas grandes hasta propuestas undergrounds, y hay suficiente impulso para que surjan muchos eventos y bandas nuevas

I: ¿Cómo fue que te involucraste en esta escena?

R: Cuando era adolescente tocaba en una banda de punk, después cuando crecí me volví más… blanda, quiero decir, desde el principio siempre sentí que quería hacer música pop, de cierta forma, pero tú sabes, mi tipo de pop. Antes era más hardcore punk, no cantaba para nada.

I: ¿Y cómo fue que empezaste a hacer música?

R: Siempre quise hacer música, desde que era una niña, mi primera banda la tuve como a los 13 años.

I: ¿Te gusta tocar en este tipo de venues, como Richards Goat, donde tienes a la gente cerca?

R: Sí, para mí es como casa. He tocado en escenarios grandísimos en los últimos años, y ha sido muy divertido, es también un mayor reto, porque tienes que proyectar más tu personalidad. Aquí es más relajado, y todos están bailando juntos, es un show más íntimo que disfruto mucho.

I: ¿Piensas volver a tocar en México próximamente?

R: Justo tengo la intención de volver en abril. Estaremos haciendo un par de shows en Ciudad de México, Guadalajara y Querétaro.

I: ¿Viene nueva música de Riki en 2024?

R: Sí, tenemos en puerto el lanzamiento de un par de sencillos y después se viene un álbum nuevo en el que estamos trabajando, ¡eso nos tiene muy emocionados!



Letrinas: Promesas


Promesas

Alejandro Emmanuel León Cohetero


—...
—Sentí luces en mi cabeza.
—...
—Así como destellos en los ojos, como cuando estamos en educación física y miro al sol.
—...
—Sí, sí. Pequeños destellos que se prenden y se apagan caminando como hormigas rojas en mis ojos.
—...
— Aquí me duele, me zumba la cabeza. Siento decenas de abejas entrando y saliendo por mis orejas, ese aleteo sutil y delicado que escarba en mi cerebro.
—...
—Ya no quiero estar aquí, quiero ver a mi papá
—...
—¡Ya no quiero! ¡Papááá! ¡Ven rápidooo!
—...
— ¿Estás segura? ¿Me lo juras? ¡No mientas! Mi papá dice que no se debe jurar en vano.
—...
—¡Dónde está Karla!


Esa noche no pude dormir, lo sé bien porque al cerrar los ojos solo veía destellos que anoté en mi diario. No entendía qué pasaba, enfermeras iban y venían, el lugar olía a mucho cloro y a pinol chafa, de ese que no le gusta comprar a mi papá.

Logré ver a mi papá, tenía un semblante de preocupación, estaba triste. Lo había visto algunas veces así en los aniversarios luctuosos de mi mamá. Ella murió cuando yo nací, un intercambio. Vida por muerte. Nunca quería tocar el tema. Era un misterio, uno que fui descubriendo a pedazos cuando en una ocasión me quedé despierta hasta muy noche para esperar a los reyes magos, les había pedido la saga completa de Harry Potter. Solíamos pasar el año nuevo con la familia de mi mamá, así que ese cinco de enero por la noche me escondí debajo de las escaleras y me cubrí con sábanas para no ser detectada por nadie. Estaba ansiosa por mi regalo, mis amigos me decían que habían visto a Melchor, Gaspar y Baltazar; Karla, mi mejor amiga, me había jurado que los había visto, habían entrado a su casa con todo y sus animales. Yo no lograba concebir que semejantes bestias cupieran en una casa, era imposible. Yo dudaba de esas palabras, lo que más me importaba en ese momento era mi regalo. Mientras estaba oculta vi caminar a mi tío Pedro y a mi papá. Se sentaron en el sillón rojo a platicar sobre los gastos y las noticias del canal de las estrellas. Me estaba desesperando, ya habían pasado horas y mis pies ya estaban entumecidos, no me moví de ahí porque escuché la verdad de mi vida, de mi madre muerta. La plática de mi tío Pedro y de mi papá se extendió hasta hacerlos llorar, él narraba como el IMSS no la pudieron atender por falta de camas y de personal médico. Habían llegado un sábado por la mañana que recorrieron entre caminatas entre pasillos y mentadas de madre para llegar al fatídico domingo. El gobierno, la corrupción, el personal inepto y una hemorragia eran palabras con las que mi tío Pedro describió los sucesos que le arrebataron la vida a Emilia.


—...
—¿Ayer comí? No recuerdo
—...
—No papá, no sé cómo pasó. Lo último que recuerdo son los gritos de Karla. Creo que se me cayó algo encima.
—...
—Siento una cabeza gigante, como un globo enorme.
—...
—Nos iremos pronto de aquí, ya quiero ir a casa
—...
—Sí, me acuerdo de esa película de Adam Sandler. Es sobre una chica que tiene un accidente con unas piñas y no recuerda nada. Creo que se llama Como si fuera la primera vez. ¿Estuve muy cerca de quedar así?
—...
—¿Sabes algo de Karla?


No lloré cuando me enteré de la verdad que ocultaba mi papá, sé que era muy complicado explicarlo, el dolor no dejaba que su boca emitiera los sonidos del pasado. Sentí un nudo en la garganta que no se podía deshacer, quería llorar, pero no lo logré. Se lo conté a Karla a la hora del recreo. Ella me juró que no se lo contaría a nadie, confié en ella. Era mi única amiga, pasábamos las tardes haciendo la tarea y me enseñó cosas que nunca había experimentado. Como aquella ocasión en la que me invitó a comer tacos de moronga con su familia. Me daba asco el tener que probar eso, mi papá siempre me decía que la comida no se desperdiciaba, que eso era el respeto que se debía de tener para el animal sacrificado, era la manera de honrarlos, además de ser la comida favorita de mi amiga. Karla incluso me había defendido de las burlas de Abi. Karla siempre fue mi hermana mayor, la que nunca tuve y siempre quise. Prometí siempre ser su amiga y nunca defraudarla. Yo odiaba a Abi, por todo lo que nos hacía, cruzó la línea cuando empezó a burlarse de mi mamá, había inventado que ella era una prostituta que me había abandonado. ¿Acaso mi dolor no contaba? ¿acaso los niños de mi edad son unos estúpidos que no cuestionan nada y se dejan guiar por la niña popular? Ella incluso me había puesto de apodo la Pinocha. Karla no aguantó y se lanzó hacia ella dándole una cachetada, Abi respondió tomando una piedra y golpeándole en la cabeza, yo me metí a defenderla, jamás había participado en una pelea y tenía miedo, la tomé del cabello para que soltara a Karla y ella a su vez le dio un puñetazo en el ojo. Gritó y no parecía normal, ella había aullado. Pidió auxilio para quedar como inocente. ¡Maldita perra! Llegaron los maestros viendo la escena y por más que les explicamos que Abi tenía la culpa nunca nos creyeron, y nos suspendieron a ambas por una semana. Era una injusticia, la última que nos haría.


—...
—Me duele el vendaje, creo que la sangre se me pego al cabello
—...
—¿Cuándo va a volver mi papá? Ya llevo dos noches acá.
—...
—¡Ya sé, ya sé! Debo de seguir en observación, todavía siento un pequeño dolor
—...
—¿Me pueden dar otra cosa para comer?


Durante la semana de suspensión nos prohibieron reunirnos, pero eso no significo nada, nos llamábamos a todas horas, planeamos nuestra venganza. Solamente queríamos darle un escarmiento. Karla me había platicado del lugar donde vivía y de su gato Migajón. Yo no estaba muy convencida de secuestrar al gato. Las dudas se desvanecieron cuando Abi pegó letreros con mi cara diciendo que se buscaba a la mamá de la Pinocha. Uso el número de un prostíbulo y el número de mi papá como referencia de los informes. Era definitivo, esto era ya era una guerra. Así que lo hicimos, el último día que tuvimos suspensión secuestramos a su gato Migajón, lo encerramos en una caja. El maldito gato no dejaba de maullar, trató de arañarnos. Le cerramos la trompa con cinta metálica que había traído Karla. Yo me lleve al gato porque mi papá siempre llega tarde del trabajo y no causaría problemas, mientras Karla hacía un mensaje para negociar el secuestro. Llegué a casa pensando en lo que habíamos hecho, Migajón me parecía un ser muy lindo, todo lo contrario a su dueña. No merecía esto. Me arrepentí y quería devolverlo. Cuando intenté quitarle la cinta se erizó, sus pupilas se dilataron y vi la mirada de Abi, el odio que sentía hacía ella volvió de golpe, me mordió la mano. Sentí el dolor que quizá mi padre sufrió con la pérdida de mi mamá, el dolor de nunca hacer las cosas por mí, el dolor de siempre esperar a que alguien como Karla que me salvara y golpeé al gato. Me llena de odio, de vergüenza, de venganza. Lo azoté contra el piso, el gato maulló y le brotó sangre de su hocico, le había dislocado la mandíbula. No dejaba de maullar y eso se convertiría en un problema mayor. Fui a la caja de herramientas de mi papá y saqué un martillo. Lo golpeé en las patas, las fracturé porque vi cómo se desviaban, le tronó la cabeza desparramando todos sus sesos blancos, grises y rojos. Su último aliento y su mirada final me la dedicó, me miró con un odio salvaje, un rencor que yo había provocado por un ataque de irá. Por fin pude llorar, lloré como nunca lo había hecho. Lloré por matar a un inocente, lloré por aquel nombre que era desconocido, el de Emilia, mi madre que nunca estuvo, lloré por mi padre que nunca me explicó, lloré por mi tío Pedro que nunca me abandonó y lloré por mi amiga Karla. Mis manos temblaban, sentí un peso en mi espalda, como si algo se me hubiese subido, quizá solamente era el peso del remordimiento. Metí como pude los restos del gato en una caja de zapatos, limpié con cloro y jabón toda la masacre. Llamé inmediatamente a Karla y le conté todo, le dije que me ayudará a enterrarlo en el terreno baldío. Lo hicimos juntas, lloramos y nos abrazamos por la injusticia que habíamos hecho y por las que nos habían hecho.


—...
—¡Ya te dije papá! No me acuerdo de cómo fue, me duele todavía la cabeza. Todavía no me han dicho cómo está Karla, ¿le pasó algo?
—...
—¿Cuándo nos podemos ir de aquí?
—...
— ¡Como que nos expulsaron! Abi era la que merecía ser expulsada, no nosotras.
—...
—Necesito verla a Karla, necesito a mi tío Pedro, él nunca miente.
—...


Nos habíamos olvidado del mensaje del secuestro. Justo cuando habíamos terminado de enterrar al gato, llegó Abi preguntando por Migajón. No nos explicamos cómo había llegado allí. Ella prometió que nunca nos volvería a hacer nada si le entregábamos a su gato, nos dijo también que nos había buscado en nuestras casas y que no nos encontró. No pudimos decir nada, estábamos congeladas, nuestras manos temblaban y ella corrió a ver el montón de tierra y escarbo. Descubrió las patitas de Migajón y dio un gritó que hizo que los vecinos salieran de sus casas. Tratamos de correr pero ella me jalo del cabello y tomó una piedra y empezó a golpearme en la cabeza, empecé a experimentar las luces azules, como electricidad en mi cabeza, como yo lo había hecho con el Migajón. Vi correr a Karla, mi única amiga. ¿Me estaba abandonando? Escuche sus gritos, los gritos que no recuerdo, porque al momento de verla correr gritaba algo. Abi se abalanzó sobre mí, me golpeó. Los vecinos tardaron en reaccionar cuando ella me soltó, traté de correr y ella tomó la pala que minutos antes había servido para ocultar nuestra escena del crimen y la aventó golpeándome la cabeza. No hay memoria desde ese momento, solo una pantalla blanca.


—...
—¿Tuviste miedo? ¿Por qué me abandonaste?
—...
—¿Ya no quieres ser mi amiga?
—...
—Lo siento, pero ella se lo merecía.
—...
—Gracias por llamar a mi papá, él me contó lo que le dijiste. Me van a cambiar de escuela, ya no nos veremos.
—...


Y lo siguiente que dijo me hizo mostrar una silueta sonriente, era la justicia que había deseado tanto, una que no se tiñe de rojo, sino de azul como el cielo, el de la libertad y pasa a blanco como la pureza. Cerré los ojos y no volví a recordar más cosas. Desde ese momento vuelvo a releer mi diario para poder reconstruir los sucesos para poder cumplir mi promesa.

—...
—…




Alejandro Emmanuel León CoheteroEstudió Relaciones Públicas y Comunicación, originario de la mixteca poblana. Sus pasiones son la literatura, la escritura y los productos audiovisuales. Ha trabajado en distintos lugares desde restaurantes de comida rápida, como community manager y en la gestión de audiencias en el medio independiente Lado B. Actualmente es librero y colabora en el programa cultural Cuéntame una Historia Puebla que se transmite en redes sociales. Es organizador de círculos de lectura en la ciudad y amante de los gatos.

Letrinas: La forma en que suelo ser




La forma en que suelo ser

Jorge Tadeo Vargas


Hoy cumplo veinticinco años y cuatro de haber entrado a trabajar a la maquila. Lo hice unos meses después de casarme con Isela cuando nos enterarnos que estaba embarazada. Fue el último semestre de preparatoria de ella; hacia un año que yo me había graduado y me había tomado un sabático para ahorrar dinero —decía yo— y poder entrar a la universidad. Nada de esto sucedió. Estoy atorado en esta fábrica, donde ya pasé del área de pintura a la de ensamblado. Me dicen que esto es un ascenso y tal vez lo sea, pero yo no lo siento así, solo tuve un aumento en mi salario, de ahí en fuera son más responsabilidades y el trabajo es mucho más pesado.

Isela, me felicito en la mañana, también los gemelos lo hicieron en el desayuno, previo a que saliéramos yo al trabajo y ellos a la guardería. Mi esposa me dice que hará una cena familiar para festejarme, el domingo ya podemos invitar a los amigos a una parrillada. Ante mi respuesta de que no podemos pagarla, ella me contesta que estuvo ahorrando para eso. Que no me preocupe. Hoy en la noche solo vendrán mis suegros, mi hermana, su esposo y mi madre. De esto último no me gusta mucho la idea, si viene mamá es probable que me toque ir por ella a su casa e ir a dejarla después de la cena, y no quiero pasar mi día de cumpleaños escuchándola hablar de sus achaques, de sus dolores, de cómo mi hermana no está al pendiente de ella, que como mujer a ella es a quien le toca lidiarla. No tengo ganas de eso, ya veré como le hago. Al menos que mi hermana la traiga, le mandaré un mensaje pidiéndole ese favor. El domingo sí no me salvo de que venga.

Hoy cumplo veinticinco años y mi vida no es como la planeé, no es ni siquiera como pensaba que sería a los veinte. Estoy casado desde hace cuatro años, misma edad de mis gemelos y un trabajo estable en una fábrica ensambladora de coches. Mi sueño de ser un beisbolista de grandes ligas se ha ido al carajo desde hace ya bastante tiempo. Tal vez la frase que usa Don Julián, mi compañero en la línea de ensamblaje sea cierto, esa que me repite cada que puede: —Tener un mejor trabajo que tu padre es a lo más que puedes aspirar —me lo dice cuando nos sentamos a comer—. No pidas más, enorgullece a tu familia.

El trabajo terminó temprano el día de hoy, Don Julián en un descuido acabó prensado de su brazo izquierdo en la máquina. Hubo que parar toda la producción un poco más de una hora esperando a los paramédicos y como me quedé sin compañero, el jefe de montaje me mandó a casa, claro, dejándome entendido que mañana haríamos horas extras para reponer la productividad que perderíamos el día de hoy. Horas extras sin paga, me dijo, para que quedará claro que el retraso era culpa de nosotros y no de la empresa. No me pareció tan mal, de no ser por el accidente y que Don Julián terminaría perdiendo el brazo, pasar mi día de cumpleaños sin tener que trabajar era una buena noticia; ya mañana vería cómo sacar la producción en pocas horas.

Le mando mensaje a Isela de lo que pasó y que me darán el resto del día libre en la fábrica. Antes de ir a casa paso por el billar a ver a quién me encuentro para jugar un par de buchacas, hace tiempo que no juego, desde que dejé de tomar y drogarme. Me encuentro al Rale y al Tony, que me felicitan y me ofrecen una cerveza, les digo que ya no tomo, ante su insistencia de que me tome al menos una por mi cumpleaños, les digo que no pienso recaer, que lo hago por Isela y los niños. No insisten y el Rale me trae una coca-cola en un vaso con mucho hielo. Lo que sí les acepto es una fumada del cigarro de marihuana que se comparten entre sí; sé que un poco de hierba no me va a poner mal, hasta me ayuda para relajarme después de ver el brazo de Don Julián prensado en la máquina hecho pedazos.

Jugamos sin muchas ganas, más interesados en platicar que en el propio juego; hace años que no estábamos los tres juntos, desde aquellos tiempos en que nos dedicábamos a robar, de hecho, el Rale acaba de salir de prisión después de una condena de siete años por robo a casa habitación, salió en tres por buena conducta.

Rale me platica que ya está armando el próximo robo, que se enteró de una escuela privada que guarda el dinero de las cuotas escolares en la dirección y solo tienen un par de viejos que la hacen de guardias de seguridad. Nada de peligro. Me invita a participar, le digo que no, que estoy bien en la fábrica y no quiero más líos. —Sin pedos Quique, ya te la sabes —me dice y me pasa un nuevo cigarro de marihuana que acaban de prender, fumo un poco y me despido.

En casa ya huele a barbacoa, Isela sabe que es mi comida favorita y que la puedo comer de desayuno como se acostumbra, comida o cena, y como ella la prepara es como más me gusta. Está en la cocina picando la cebolla que la acompaña junto al cilantro, le doy un beso. Me me pregunta por Don Julián, le platico toda la historia, en el mensaje previo solo le dije que había ocurrido un accidente. Me dice que tenemos que ir a verlo a su casa, en cuanto podamos. —El fin de semana —le contesto y le pregunto sobre los invitados a la cena.

—Invité a mis papás, a Victoria y su esposo y a tu mamá, nosotros y los niños —me contesta—, a tu mamá la va a traer tu hermana, pero te toca llevarla a ti.

Ante mi gesto de desaprobación, ella me dice que es mi madre y que no me queda otra. Me voy al cuarto a quitarme el overol del trabajo e Isela me grita que vaya por los niños a la guardería. Me visto y salgo a la calle. La guardería esta a unas diez cuadras de casa, así que en el camino me topo a gente vieja del barrio que me vio crecer aquí y me felicita, me preguntan por mi madre, por su salud. —Está muy enferma —me dicen— ya casi no puede caminar —es otra de las cosas que tengo que escuchar. Argumentos que me tira mi madre cada que hablamos por teléfono, eso junto con las quejas de que no la visito, no importa si voy a diario para ella no es suficiente. Se queja conmigo de mi hermana, se queja de mi hermana conmigo. Cosas de vieja. Me dice Isela que muchas veces la tolera más ella que yo.

Dejo a los niños en casa y me voy a visitar a mi padre, quien no puede ir a los mismos espacios donde esta mamá, así que para evitar líos mejor lo visito. Me abre Cristina, su esposa desde hace quince años y a quien mamá sigue llamando “la nueva esposa” a pesar de que este matrimonio ha durado más que el de ellos.

Saludo a mi padre que está sentado en la sala con una cerveza en mano, ni siquiera me ofrece, él ha estado en el programa dos veces y las dos ha fallado, algo muy común en el barrio, especialmente con los albañiles. A mi padre la obra lo ha tratado mal, ha envejecido mal, a sus sesenta años parece un viejo de ochenta. Cada vez le es más difícil conseguir trabajo, sobreviven gracias al trabajo de Cristina. Limpia casas desde que la conozco, también ha envejecido mal. En el barrio no hay jóvenes, una vez que comienzas a trabajar los años pasan a una velocidad de años de perro. Lo sé, lo siento en mi propia existencia.

Es una visita corta, solo para que me felicite en persona. Acordamos que el sábado iremos a comer en familia para festejar. Me promete que va a preparar su sazonador de carne para el festejo del domingo. Mientras me lo dice sonríe a sabiendas de que no está invitado. Le agradezco, me despido con un beso prometiéndole que el sábado estaremos ahí los cuatro. —Nosotros llevaremos el pastel —le digo.

Regreso un rato al billar a matar el tiempo de espera. Ya hay más gente, sobre todo chicos de la escuela preparatoria cercana que ocupan la mayoría de las mesas. No solo van por el juego; el Gorila, quien maneja el lugar desde que yo estudiaba es el vendedor de marihuana del barrio, los rumores dicen que ya se expandió y se puede comprar desde hierba hasta cricko y fenta.

Ver a los chicos me traen viejos y buenos recuerdos de malos tiempos. Rale está sentado en una mesa con una cerveza, supongo que piensa lo mismo que yo, al menos esa parece ser la expresión en su cara. Paso a la barra por una coca-cola y me siento junto a él, platicamos de nada y la mayor parte del tiempo nos hacemos compañía en silencio hasta que me llega un mensaje de Isela avisándome que mamá esta en casa. —No quiso esperar a Victoria y pidió un taxi que me tocó pagar —dice el mensaje. Me despido de Rale y salgo a la casa.

—Hace mucho que llegó —le pregunto a Isela.

—Como una hora —me responde— no quiso esperar a tu hermana y me habló para que le pidiera un taxi. Que te marcó a ti pero que tu no le contestas.

Mamá está dormida en la sala, ni siquiera sintió cuando llegué. No quise despertarla.

—Le lleve café hace un rato y me dijo que se sentía cansada, que se dormiría en lo que tú llegabas —me dice Isela.

Salgo de la cocina y me acerco a ella. Mientas le toco la rodilla, le digo —Mamá, mamá, ya llegué —no me responde. Tiento su cara y no hay respuesta. Le tomo el pulso sabiendo la respuesta. Me siento a su lado y le grito a Isela —¡Amor, mi mamá se murió, se acaba de morir!

—No puede ser —me responde— solo estaba cansada cuando llegó.

—Está muerta. Avísale a los demás que la cena se cancela.

Isela me abraza mientas comienza a llorar. Yo le sonrío. —Está bien. Así tenía que ser, anda, avísale a los demás por favor.

Isela se levanta, toma su teléfono y comienza a marcar. Yo me siento al lado de mi madre y pongo mi mano sobre su rodilla que comienza a enfriarse.

Hoy cumplo veinticinco años, mi madre murió hace unos minutos en la sala de mi casa, tengo esposa y unos gemelos de cuatro años, un mejor trabajo que el de mi padre y antes de cumplir los veintiséis me compraré un carro.

Letrinas: El domingo




El domingo

René Rojas González




Cuántas veces pasó tanta familia por la casa, miembros de arcilla, siempre recogidos un día a la semana por la visita a los abuelos. El caluroso día en que el abuelo nunca dejaba de compartir un peso que les alcanzaba o completaba para un gustito, y la abuela, una bendición que les protegía para el resto de los días. El domingo, los tíos y los sobrinos estaban en la sala, atletas de la ocurrencia escandalosa que se pasaban como estafeta; las tías se confinaban en la cocina, jetonas y viperinas, enroscadas en el guiso indicado por la abuela, en defensa de la cantidad de sal que a cada una le parecía la adecuada; los abuelos se resguardaban en su cuarto, a puerta cerrada, protegidos de la boruca, no sin estar deleitados por oír las voces de sus consanguíneos y familiares políticos a lo lejos.

Pero el comedor, esa circunscripción inviolable que, en el mejor de los casos, sólo se podía rodear; impensable sentarse ahí; majestuoso por sus garigoleos y relieves cuarenteros y la consistente composición de su madera; un altar “patrimonio de la humanidad”. Esos domingos incluso se podía hacer fila para pasar al desayunador, pero el comedor permanecía intacto. Los abuelos nunca dijeron que el comedor no se podía usar; es más, cualquier nieto que le hubiese preguntado a uno de ellos si podía sentarse en él, habría escuchado un “claro, hijo, cuando gustes”, pero el niño habría advertido que no podía hacerlo.

En ese país que era el domingo en la casa, el comedor era un flamante desierto. Sin embargo, esta misma naturaleza le despertaba un oasis, servido a los visitantes. El espejo reluciente de su caoba les blanqueaba las perturbaciones con un destello que iba más allá de su propio perímetro. La cimentación palaciega de sus patas les engrosaba el piso, uno que soportaba los pesos del alma. El cristal guardián de su mesa les acogía los lamentos, los desmanchaba, y los descansaba en el propio tablero. La vigilancia incólume de sus sillas les delineaba las desventuras en un rectángulo que no esparcía el dolor.

Los abuelos agradecían el efecto balsámico del mueble, por el bien de los suyos. También sabían que había generado una fuerza gravitacional en unos seres desmoronados que no tenían idea de qué los hacía regresar cada domingo. Tentados por la voz de sus demonios, se les había figurado que la mejor manera de conservar esta gratificante influencia era que el comedor no estuviera disponible. ¿Cómo hacer para que un objeto inspire estar cubierto por una cúpula de cristal? No tuvieron que pensar demasiado: si los abuelos no lo tocaban, nadie se atrevería a tocar. No había miembros de la familia más complacidos que los abuelos cada ocho días.




René Rojas González es un poco un exiliado de la academia de sociales por voluntad propia, pretendiente de la literatura para hacer de lo que nos sacude en la vida un lugar para habitar.

Desde Mexicali, "Cuerpo Cortado" lanza dos nuevos sencillos: "Dualidad" y "Clarividente"




La banda de post-grungegaze Cuerpo Cortado estrena “Dualidad” y “Clarividente”, dos canciones de sonidos contrastantes. Después de haber lanzado “Imagen” y pasar todo el 2023 tocando en escenarios de toda la región, el grupo regresa de lleno a la producción de su primer material de larga duración.

El trío mexicalense nos muestra con Dualidad su lado más sensible y contemporáneo hasta la fecha, con guitarras oníricas que acompañan a un bajo que evoca sonidos provenientes del post-punk. Por otra parte, Clarividente nos devuelve a los orígenes de la banda trayendo influencias del rock alternativo clásico, envolviéndonos en un muro de distorsión y disonancias.



Cuerpo Cortado está conformado por Israel (Guitarra / Voz), Gabriel (Batería) y Fernando (Bajo / Voz) con una propuesta de rock experimental y alternativo con ritmos diversos, letras ambiguas, ruido y todo aquello fuera de lo convencional. Su sonido proviene del grunge, shoegaze, post-hardcore y emo; es a través de esta mezcla que la banda crea una propuesta única en la que convergen las distorsiones, gritos y melodías atmosféricas.



"La Bonita" Sánchez, de superviviente de acoso a la defensa del título mundial



Especial | Jaime López |


Gabriela Sánchez, mejor conocida como "La Bonita" Sánchez en el ámbito boxístico, reconoce que nunca se imaginó estar defendiendo un título mundial en el cuadrilátero a 14 años de arrancar su trayectoria.

Desde el parque nacional La Malinche, rememora con representantes de la prensa los logros y aprendizaje que ha obtenido desde que su progenitor decidió inscribirla a un gimnasio para defenderse de cualquier tipo de agresión.

Ello luego de ser víctima de acoso, tanto en su paso por la secundaria como en parte de su estancia en el bachillerato.

Con una sencillez a flor de piel, que se percibe en su trato tanto a los medios de comunicación como a la gente que la rodea, "La Bonita" Sánchez se dice lista para enfrentar a su retadora, Valeria "La Pequeña" Pérez.

"Estoy súper enfocada en lo que es lo principal, que es la pelea, para el 30 de marzo llegar al cien y defender lo que es mío, lo que me ha costado mucho tiempo, mucho esfuerzo, y sé que vamos a salir, de la mano de Dios, con la mano en alto", apuntó.

En entrevista para Revista Sputnik, explicó que eligió el parque de La Malinche como su centro de preparación, porque no hay señal de internet y eso la ayuda a mantenerse alejada de cualquiera distractor virtual.

Abundó que el sitio referido se encuentra a más de cuatro mil metros de altura, lo que le ayuda a tener una mejor respiración de cara a su enfrentamiento.

La deportista poblana también relató que, un día antes de subir al ring, lleva a cabo el pesaje marcado por el reglamento oficial y, posteriormente, trata de relajar su mente.

Admitió que le gusta ser un ejemplo de motivación para las nuevas generaciones, en especial, para las infancias, pues señala su interés porque sepan que todo es posible con esfuerzo y dedicación.

"Me gusta ir a dar pláticas y decirle a los niños, a las niñas, que todo lo que ellos creen que pueden hacer es posible y que, apesar de pasar una situación difícil, eso no nos detiene, podemos seguir adelante", sostuvo.

Aunque no se jacta de ser un referente del feminismo, señaló abiertamente la desigualdad salarial que existe en el ámbito deportivo entre mujeres y hombres.

"Siendo retadora a un título mundial, a nosotras no nos dan ni siquiera la mitad de lo que ellos ganan", dijo.

La pelea de Gaby "La Bonita" Sánchez tendrá lugar en el gimnasio Miguel Hidalgo alrededor de las 21 horas. Previamente, habrá otros enfrentamientos locales, que incluye el debut de dos promesas boxísticas.

"La pena de muerte no es la solución", coinciden Huarte y Estrella, protagonistas de Réquiem


Cinetiketas | Jaime López


A propósito del regreso de la obra "Réquiem" a escenarios nacionales, Mónica Huarte y Alberto Estrella, los ahora protagonistas del texto escrito por Reynolds Robledo, coincidieron en que la pena de muerte no es la vía para la consecución de justicia.

Cabe recordar que ese tipo de sentencia es el eje central de la puesta dirigida por Enrique Singer, en la que se confrontan dos visiones sobre el caso de un hombre condenado a morir por sus crímenes.

En entrevista para Revista Sputnik, Huarte sostuvo que "matar no es la solución", aunque explicó que su personaje, una férrea abogada, defiende la postura opuesta.

Abundó que la delincuencia debe ser combatida desde los factores que la provocan, es decir, mediante el acceso a una buena educación y la trasmisión de valores positivos para la sociedad.

"Yo creo que si cometes un asesinato, que te maten no es la solución para acabar con el problema, creo que viene del principio, que es la educación, las familias", expuso. 

En cuanto a la preparación de su rol, dijo que no tuvo que platicar con personas sentenciadas a muerte, aunque sí con juristas o especialistas en leyes. 

La recién ganadora de la Diosa de Plata por su papel en "Señora influencer" aseguró que su personificación en "Réquiem" ha sido bien acogida entre abogadas y abogados.

En otro orden de ideas, estuvo de acuerdo en que la camaradería que tiene con su coprotagonista ayuda al buen desarrollo de la obra y destacó la ola de aplausos que han recibido en sus primeros tres días de funciones. 



Por su parte, Alberto Estrella también rechazó la pena de muerte como castigo ejemplar contra aquellas personas que cometan delitos de lesa humanidad, por ejemplo, feminicidios, infanticidios, abuso sexual o violencia ácida.

Ello, explicó, porque sostuvo que la práctica denominada "ojo por ojo" y "diente por diente" solo genera un círculo vicioso infinito.

"Hace apenas unos días me llegó una invitación para el reestreno de un documental que se llama 'Presunto culpable'; es una llamada de atención porque me parece que la justicia de pronto puede ser muy extraña en un país donde no se respetan muchas garantías, por lo tanto, creo que sería muy peligroso establecer la pena de muerte", manifestó. 

A decir del creativo nacional, más allá de condenar a alguien por sus delitos, lo importante es que las y los imputados realmente se arrepientan de sus crímenes.

La obra "Réquiem" se presenta de viernes a domingo en el Foro Shakespeare y tiene una cuota de recuperación de 500 pesos por persona.

Letrinas: «Secretos familiares»



Secretos familiares

Mónica Blumen



SI VOLVIERA A COMENZAR, NO CAMBIARÍA NADA. Es un pensamiento constante cada que abro los ojos. Es mi mantra. «No cambiaría nada. No cambiaría nada». Hasta que me penetra el mal aliento de Cecilia. Su cabello cano, cada vez más delgado. Sus entradas, cada vez más notorias. Sus dientes más viles con el paso de los años. Antes de casarnos le advertí que comer tanta azúcar es una pésima idea. Lleva treinta y seis años con estos hábitos. Lo sorprendente es que siga viva. Es delgada. Sí. Pero su piel es como un envoltorio flácido de su esqueleto. Tener sexo ya es solo un método de supervivencia, no es placer. No para mí. Esta es la promesa del matrimonio, es la agonía en vida, «juntos hasta que la muerte nos separe». De cualquier forma estoy agradecido por lo que hemos vivido. No me arrepiento de nada. No me arrepiento de mi vida. Nunca lo haré. No hay errores. Hay vida.

He tenido sueños húmedos los últimos días. Procuro despertarme y levantarme para que Cecilia no se dé cuenta. Es vergonzoso para mí quitarle la mano cuando quiere tocarme por la mañana. Y dar explicaciones. No hay nada que me haga sentir tan enojado como tener que dar explicaciones. Prefiero evitarlo. Así que vengo a mi baño. Observo revistas. Fantaseo con una chica intentando escapar de mí. Una chica llena de miedo, por mi amenazante virilidad. Me gusta observarme en el espejo. Necesito la soledad a momentos durante el día. Sé que los sesenta y siete, me sientan muy bien. Soy un hombre atractivo y no tengo problema en reconocerlo. Soy pulcro. Eso le gusta a las mujeres. No soy lo suficientemente delgado, pero un hombre sin panza es como un cielo sin estrellas. Esa frase era épica de mi padre. La llevo presente. Tampoco soy tan alto, pero nunca ha hecho falta. Tengo el cabello cano, pero no con la misma blancura que el de Cecilia. Mi cabello es uniforme y de manera sutil pareciera estar contaminado de color bronce. Mi ceja es casi imperceptible. Mis lentes sin aro, con tintura azul, me dan más carácter.

Soy un hombre exitoso. Da igual mi apariencia. Me respalda el dinero. Nada más poderoso que eso.

Hoy es viernes. Día de fiesta de disfraces. Dentro de poco llegarán mis empleados. El DJ. El sonido. Las bebidas. La mesa con bocadillos. Los disfrazados. No recordaba que debo ir por mi disfraz. Las sustancias. Estas fiestas son una locura. Tantos adolescentes juntos. Me siento el padre de todos. En mis tiempos no había fiestas así. Estábamos en casa, escuchando vinilos, bebiendo ron, platicábamos de responsabilidades. El carro nuevo. Los niños. Las esposas. El jefe. La casa. Esas pláticas no se parecen a las de hoy.

Cada vez viene más gente. Cada vez entra más dinero. Cada vez invierto en más producción. Qué bueno soy para los negocios.

Hoy no estará Mariel para ayudarme a cobrar en la entrada. Desde que le dieron el anillo la veo menos. Se la pasa con Luis. Tiene tres fines de semana que no los veo. Ya casi no duerme aquí. Me gusta que esté Mariel, porque se queda todo el tiempo en la entrada. Como una gárgola. No hay poder humano que le haga moverse de ahí. También es buena para manejar el dinero.

A Pamela no la puedo hacer que cobre. Ella es distinta. Un ratón de biblioteca. Me gusta que sea así. Es una preocupación menos. Suelo regalarle libros que no sé de qué tratan. Ya tuve que ponerle otro cuarto para ella sola. Una biblioteca. Me siento orgulloso. Hasta cierto punto me alegra que no haya heredado esta sangre sucia.

Fernanda tiene prohibido venir a las fiestas. También ir a fiestas. Tiene quince. Y está prohibido. Está estrictamente prohibido que esté en este tipo de ambiente. Su mamá y yo queremos evitarle un futuro difícil. Un embarazo. Alguna sobredosis. Problemas. No es difícil darse cuenta del temperamento de los hijos. Tiene potencial de ser intrépida. Sé muy bien, que en el primer momento que pruebe el alcohol y sienta el revoloteo mental, su vida será otra. No entiendo lo que la genética hizo con ella, empezando por su cuerpo. Es un cuerpo irresistible. Es voluptuosa. Muy desarrollada para su edad. Un escote y todos corren peligro. Debo estirar lo más que pueda el tiempo para que ella permanezca en esta mansión. No tiene idea de lo que los hombres deseamos hacer con las mujeres. Será difícil privarla de esa naturaleza, pero trataré de frenarlo lo más que pueda.

Compré flores nuevas para decorar el jardín. Las personas pagan por la experiencia. Mi mansión es lujosa. Bonita. Llena de luz cálida en todo el exterior. Un sueño en el atardecer. La alberca es grande y desnivelada. Limpia. Todo es funcional. Pero aun así, si no hay una buena experiencia, la gente cree que pierde su dinero. Pagar la entrada a una fiesta donde hay todo, es una buena oportunidad para quedarse hasta el amanecer. Después ellos invitan a más gente. Y esa gente, a más gente. Y así es como mi mansión se ha convertido en un lugar de fiestas cada fin de semana. Ese es mi objetivo. A decir verdad, es mi secreto. Divertir a tantas almas en un espacio así. Hacerlos sentirse fuera de sí. De ensueño. Recibir dinero. Llenarme de placer. Me hubieran gustado este tipo de fiestas en mi juventud.

Tocan a la puerta, debe ser el sonido.

—Buenas tardes. ¿Aquí vive el Señor Antonio? —me pregunta una chica de unos veinticinco—.

—Dígame, ¿en qué puedo ayudarle?

—Vengo a traerle el éter.

Volteo hacia todos lados a ver si alguien la escuchó. Salgo y la tomo por el brazo de manera abrupta. La llevo conmigo a un lado de la puerta principal.

—Señorita, ¿quién la envió? Saben que no pueden mandarme este tipo de productos así, sin avisar. Podría ser peligroso.

—Entiendo Señor Antonio. José me envió porque tuvo un viaje de emergencia y no quería quedarle mal. Yo solo podía hacerle el favor a esta hora.

Le pido un minuto. Que espere en este mismo lugar. En el punto ciego de la puerta. Debo subir por el dinero y esconder esto en mi oficina. En el pasillo viene Cecilia, como lo imaginé. Va a empezar a hacer preguntas.

—¿Amor, alguien tocó a la puerta?

—Sí, pero ya lo atendí. No es necesario que salgas. Mejor prepárame un té, hace hambre. Ya te alcanzo —le digo sin dejar de caminar—.

Escondo el éter en mi oficina. Tomo el efectivo. Voy sin hacer ruido con la misionera. Le pago y le pido que se vaya por toda la orilla del barandal. Yo distraigo a Cecilia en la cocina mientras me prepara el té. ¿Cómo se le ocurre a José enviarme a una mujer sin avisar? Necesita una advertencia de mi parte. No puede volver a pasar esto. Esa niña me vio la cara. Tiene huellas dactilares mías en su brazo. No me puedo arriesgar a nada. Absolutamente a nada.

—¿Quién era?

—Se equivocaron.

—Nadie se equivoca yendo a una mansión. Por cierto, Fernanda no quiere que vayamos hoy al hotel. Me dijo que ya está aburrida de ir a ver películas y comer pizza cada fin de semana conmigo.

—¿Y qué vas a hacer? Vete con ella a algún lado. Hoy espero una mayor cantidad de jóvenes para la fiesta. Ha ido subiendo la cantidad de gente las últimas tres semanas.

—No sé amor. No es necesario que hagas fiestas.

—No voy a dejar de hacer fiestas, Cecilia. Este es mi negocio de retiro. No voy a discutir de nuevo esto contigo.

—No necesitas el dinero. Intenta tú convencer a Fernanda. Yo nunca puedo negociar con ella.

Toco a la puerta. Fernanda está, como siempre, recostada en su cama. En calzones. Una blusa de licra de tirantes, y su laptop encima de las piernas. Escucha música con audífonos.

—¿Qué haces? —le pregunto mientras me siento junto a ella—.

—Hola papi. Estoy viendo tutoriales de maquillaje. Hoy no tengo clases.

—Muy bien. ¿Y ya sabes qué películas vas a ver hoy con tu mamá?

—No quiero ir a ver películas otra vez. ¿Por qué no puedo quedarme aquí? Te prometo que no voy a bajar.

—No es ambiente para ti. Reservaron el lugar para una fiesta de disfraces. Te vas a asustar con los que van a venir disfrazados de monstruos.

—No voy a ir hoy con mi mamá. No soy una niña chiquita. Aparte siempre se queda dormida y está bien aburrido. Vivo en una mansión. Tú has tu fiesta, no me importa —dice mientras se vuelve a poner los audífonos—.

Tocan a la puerta. Esta vez sí debe ser el sonido. Bajo y Cecilia ya los atiende. Veo que también están limpiando la piscina. Y llegaron a darle mantenimiento al jardín.

—Fernanda no quiere ir hoy.

—Te lo dije.

—Quédate con ella. Pero vas a cuidarla. No quiero que bajen durante la fiesta.

—Si amor. Como digas. Yo me encargo.

Comienza a llegar la gente. El DJ ya suena. Las luces están correctamente instaladas. El sonido distribuido de manera estratégica en el área más abierta del jardín. Las luces cálidas generan confianza. Las flores refrescan los rincones. La mesa de bebidas y bocadillos es de extensión doble en comparación a la fiesta pasada. Tengo personal suficiente este día. El cuarto oscuro está listo. Guardé un maletín con suficientes herramientas ahí. La vez pasada me quedé con ganas de explorar más cosas. Estratégicamente, están los baños enseguida. Ya se encargan del cover en la entrada. Creo que todo está por comenzar. Hoy será una buena noche. Han llegado algunas personas disfrazadas de los ochenta. Típico. También de piratas. Nada nuevo. Nunca se sabe. Me gusta que la noche me sorprenda. El DJ abre con un remix de «Lugares comunes» de Virus, los argentinos del rock elegante en los ochenta. Seguro se inspiró en los disfraces.

Voy por el disfraz a mi oficina. Nadie lo ha visto. Nadie debe saber quién soy. Antes de vestirme voy con Fernanda. No está en su cuarto. Luego voy con Cecilia. Veo que están las dos. Recargadas sobre la cama. Juegan cartas.

—Diviértanse —les digo con una sonrisa y cierro la puerta—.

Me dirijo a mi oficina. Me pongo el disfraz. Soy Scream. Sencillo. Rápido de poner y de quitar. No tan vistoso. Lo importante es mantenerme al nivel de los demás. Disfrazado, pero no con un gran disfraz.

Vengo al jardín. Una mujer se está robando las miradas. Huele a néctar. Viste un mini vestido de piel negra y brillosa. Tiene listones negros envueltos en las piernas que se desprenden de los tacones. Un antifaz y una peluca negra que llega hasta la cintura. Lo justo de su disfraz deja ver hasta el más mínimo pliegue de su piel. Es lo suficientemente hermética para imaginarla desnuda. Arrancarle de tajo ese disfraz de dominatrix. Vacío el éter solo cuando decido quién será mi dama de compañía. Ha habido ocasiones en las que no lo utilizo, porque no hay alguna que me encienda las entrañas. Pero hoy será uno de esos días ardientes en el cuarto oscuro. Nada es más emocionante que querer comerte un manjar y tener que tomarte el tiempo para quitarle la envoltura. Ella es la fruta de esta noche. Aquí es cuando voy por dos bebidas. Bastante hielo. Me alejo un poco en dirección hacia los baños. Revuelvo un poco de éter en una. Luego regreso y me acerco sutilmente a ella. Aprovecho que está en la mesa de bebidas.

—Hola. Me gusta tu disfraz —le digo modificando un poco mi voz—.

—Gracias —dice entre risas—.

Parece una joven. Voltea en diferentes direcciones. Parece que busca a alguien. Le extiendo mi mano con la bebida que contiene éter y ella la toma. La consume muy rápido. Casi de dos tragos. Pienso que es novata o que tiene mucha sed. Esto me asusta un poco. El éter le va a generar confusión y sueño en pocos minutos. Debo convencerla de movernos de aquí.

—¿Ya fuiste al cuarto secreto que tienen aquí atrás?

—Ah, sí. Sí lo conozco.

Está mintiendo. Nadie lo conoce. Me sigue el paso y vamos. Entre el andar se detiene algunas veces y se toca la cabeza. Seguro siente un mareo. Es el éter. Yo la tomo por el brazo y seguimos caminando. Entramos al cuarto. La dominatrix empieza a perder el equilibrio. Solloza casi de forma silenciosa. El sueño ha hecho de las suyas. Cierro el cuarto con llave. Escucho el bajo de fondo y el murmullo de la fiesta. Esta es mi parte favorita. Estoy tenso y eso me genera placer. Le intento quitar el vestido. Es demasiado justo. La forma más fácil es subirlo, y ya está. Tengo lubricantes que generan calor al contacto. Tengo también un par de juguetes. No serán necesarios. Está demasiado sedada. Puedo manipularla como plastilina. Así que solo la acuesto boca abajo en la mesa. Y la tomo por la cintura. Y doy todo de mí. Todo lo que tengo en mi ser. Mi ira acumulada. Mi frustración. Me desfogo entre sus piernas y pellizco con ansias su piel blanca y lisa. Sigo siendo un gran hombre a mi edad. Los ríos de sangre corren por mis venas. Por todas mis venas. Y yo me corro en ella hasta estallar. Pierdo fuerza en mis piernas y debo sentarme un momento. Luego dejar todo como estaba. Incluido el vestido de esta mujercita. Mientras tomo asiento alcanzo a ver ligeramente el perfil de su rostro. Se me quiere salir el corazón del pecho. Le quito el antifaz y es Fernanda. Es mi hija.

Le acomodo el vestido de nuevo. La siento. Guardo todo lo que tengo en el maletín y limpio con alcohol mis posibles huellas. Un nudo en la garganta comienza a incomodarme y es necesario llorar. Lleno mi vaso con éter. Lo bebo todo de un solo trago. Si volviera a comenzar lo cambiaría todo. Es lo que pienso mientras siento un frío fulminante correr por mis brazos.



Mónica Blumen (Ciudad Juárez, 1988) Egresada de la Licenciatura en Realización Cinematográfica por el Centro de Artes Audiovisuales (CAAV, 2009-2013). Actualmente, cursa la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH, 2022-2026). En el ámbito cinematográfico, se desempeña como directora de cine documental, productora, guionista, fotógrafa y montajista. Fue nominada al Premio Ariel con el cortometraje documental “13,500 Volts” (2016); seleccionada en festivales nacionales e internacionales y ganadora de diversos premios por su obra cinematográfica. En el ámbito literario, Mónica ha participado en la antología de cuentos “Raíces de obsidiana: criaturas mitológicas” y “Poemas pe(r)didos”, antología ganadora en Voces al Sol 2022. Fue asesora y editora en la escritura del guion de largometraje de ficción “La Biblia de Gaspar” (2023). Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en 2014-15.
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