Por Enrique Larrousse
Un gran cimiento de la gloria fue y es haber ganado de local
casi siempre.
Haber sido muy duro en nuestra cancha.
Los grandes equipos del
club tuvieron equilibrio en sus líneas. Grandes defensas, fuertes mediocampos y
oportunas delanteras.
Hoy no tenemos nada que dé la sensación del buen camino.
Creo que un plantel interesante. Un juego por momentos logrado. Pero todo
carente de fe.
El equipo sabe el momento histórico que vive y tiene la certeza
de que está solo en el mismo. Siente que no tiene un técnico que cargará en sus
espaldas como lo manda la grandeza, el coraje y la lucidez para cambiar desde
el banco y durante los partidos, la caída de la taba cuando se ve en el aire
que viene dudosa.
Porque el señor Almirón no lee de antemano el curso del
partido. Porque en éste torneo, y por citar tan solo dos de tantas, no ve a
tiempo que Benítez es tan creador que oxigena y que Belloq alivia los dolores y
apuros del novìsimo pero exigido uruguayo Rodrìguez.
Será porque no siente como
ex jugador lo mismo que llevan en su piel otros?
Que la locaria es sagrada. Que
en casa el pueblo exige. Que la historia manda. Que para ganarle a los otros
grandes, primero tenés que aprender a ganarle a Belgrano.
Por qué no sabe
Almirón que muchas veces hay que apagar un fósforo con un balde de agua?
La
historia se escribió con una camiseta que nunca regaló nada. Ni aun cuando la
suerte le sonreía. Y creo que contra
natura, Almirón está regalando su inteligencia, en una instancia única en su
vida deportiva: tiene la dirección de un grande, por primera y tal vez por única
vez. Pero no ve lo que va a pasar en un partido, y lo peor es que lo vemos
todos.
Hasta los mismos jugadores.
No lo veo con "peso" en ellos para
darles soluciones cuando las necesitan: en pleno partido. Y no lo puedo creer,
porque así, parece cualquier cosa menos un técnico de Independiente.
Dios y la
inmediatez hagan que me equivoque.
Fuente El Gran Campeón
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