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Martin Grassberger.
Curar a mordiscos
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Curar a mordiscos

Un investigador alemán muestra las ventajas de tratar heridas con larvas de mosca, una terapia aprobada en Estados Unidos, y aliviar la psoriasis con peces

LUIS ALFONSO GÁMEZ

Jueves, 20 de marzo 2008, 08:40

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bilbao. DV. La necrofagia tiene mala imagen. Alimentarse de cadáveres o carroña nos parece repulsivo. Pero los necrófagos son indispensables para la vida en la Tierra. Es más, podría ser que un día tuviéramos que recurrir a un animal de ese tipo para recuperar la salud. Tal posibilidad ya existe en países como Alemania, Reino Unido, Francia y Estados Unidos, donde la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) autorizó en 2004 el uso de larvas de mosca necrófaga (Lucilia sericata) para curar heridas. «En España no se practica esta terapia», indica Martin Grassberger, biólogo y médico alemán que intervino hace unas semanas en un Máster de Análisis Forense de la Universidad del País Vasco (UPV).

La terapia con larvas de mosca verde es una práctica antigua documentada por médicos norteamericanos durante la Guerra de Secesión (1861-1865). «Las usaban para limpiar heridas porque no tenían ninguna otra cosa a mano», explica Grassberger. Comprobaron que la aplicación de las crías de mosca en las heridas eliminaba el tejido muerto y facilitaba la curación de las lesiones. «Se utilizaron hasta los años 40 del siglo pasado, cuando se comercializó la penicilina». Entonces, el antibiótico descubierto por Alexander Fleming se convirtió en la más valiosa arma terapéutica contra las infecciones. Pero el uso de larvas volvió al primer plano en los años 80 al desarrollar las bacterias resistencia a los antibióticos y empezaron los ensayos clínicos que han demostrado su eficacia.

Bactericida

Sólo una especie sirve, Lucilia sericata. «Sus larvas no comen tejido vivo, sólo muerto, y además los huevos se esterilizan fácilmente. Hacen tres cosas al aplicarse en una herida: eliminan la piel muerta, destruyen las bacterias y potencian la división celular, de manera que el tejido se regenera más rápidamente de lo normal», según ha constatado el médico forense de la Universidad de Hamburgo. Los animales, de unos 2 milímetros, se colocan en la herida, llaga o quemadura envueltos en un vendaje que les permite respirar y alimentarse, y al mismo tiempo evita que abandonen la zona lesionada.

Los insectos segregan una enzima que licúa el tejido muerto y luego absorben ese líquido. «La secreción de la larva hace que la cicatriz sea menos aparatosa», puntualiza Marta Saloña, profesora de Entomología en el Máster de Análisis Forense de la UPV. Grassberger afirma que los resultados son espectaculares en las llagas causadas por la inmovilidad en lesionados medulares y ancianos. «Pero -añade- no estamos ante curas milagrosas. Las larvas no hacen milagros. Son parte de una terapia que requiere de hospitalización y exige que el paciente esté en las condiciones idóneas para dar buenos resultados».

La aprensión que las larvas pueden provocar se reduce considerablemente al usarlas como terapia. «Muy poca gente rechaza el tratamiento -dice Grassberger-. Y, en los casos extremos, entre una posible amputación o la inserción de unas larvas en una herida, la gente no duda: prefiere las larvas». Saloña advierte de lo irracional de asociar las larvas de mosca verde con algo sucio. «En realidad, son animales que limpian». Su colega alemán cree que es cuestión de tiempo que esta terapia -«que al principio sólo se utilizaba como último recurso y ahora se usa para prevenir infecciones»- se implante en nuestro país. «Sólo hace falta que haya un par de médicos que se pongan a ello».

Menos rechazo causa la ictioterapia, otros de los remedios con animales. El blanco es la psoriasis, una enfermedad crónica de la piel que se caracteriza por la aparición de inflamaciones rojizas que se cubren de una especie de escamas. Afecta del 2% al 4% de la población, evoluciona en brotes y su virulencia varía de un paciente a otro, pudiendo darse casos de irritación muy localizada -codos y tobillos- y en algunos casos más generalizada. «La ictioterapia no es una cura -la psoriasis no la tiene-, sino un alivio para el paciente», señala el científico.

El protagonista es conocido popularmente como doctor pez y es de una especie (Garra rufa) común en Oriente Próximo que vive en las aguas termales cercanas a Sivas, en Turquía central, donde desde 1988 funciona un balneario al que acuden enfermos de psoriasis de todo el mundo. El pez se alimenta de la piel muerta y así libera a los enfermos de las molestas escamas y les proporciona alivio, según los estudios hechos. En el balneario de Kangal, los enfermos comparten piscina -la psoriasis no es una enfermedad contagiosa- y peces. El precio del tratamiento oscila entre los 1.100 y los 3.600 euros por dos o tres semanas.

Bañera personal

Una variante menos promiscua se practica en un centro de ictioterapia de Viena, donde se crían los peces y el tratamiento se sigue en bañeras individuales durante dos horas diarias o el tiempo que sea necesario para aliviar las irritaciones. Cada paciente dispone de su bañera -en la que el agua no deja de circular y depurarse-, y sus peces. Cada vez que cambia el paciente, los animales son puestos en cuarentena tres semanas para garantizar que no son potenciales portadores de ninguna patología. El precio del tratamiento fluctúa entre los 78 y 103 euros diarios, más el correspondiente a un reconocimiento médico.

Grassberger describe lo que se siente cuando los peces comen el tejido muerto como una especie de micromasaje que favorece la circulación sanguínea y probablemente contribuya en la mejora del paciente. «El enfermo experimenta un importante bienestar psicológico», añade. Un estudio dirigido por él sobre 67 pacientes ha constatado que el 87% considera que la ictioterapia le ha ayudado más que otras terapias y el 61,5%, que el brote posterior del mal ha sido más suave. «La acción de los peces alivia al enfermo, no tiene efectos secundarios ni transmite enfermedades», sentencia Grassberger.

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