Cambio Climático

Residuos 2.0: los basureros electrónicos de Occidente

Según la ONU se producen entre 20 y 50 millones de toneladas de residuos electrónicos al año en todo el mundo. ¿Dónde va a parar todo la basura digital que genera Occidente?

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05
diciembre
2011

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El aumento del mercado internacional de bienes electrónicos y la  reducción de la vida útil de muchos de estos productos ha provocado un crecimiento vertiginoso de los residuos electrónicos. Naciones Unidas estima que se producen entre 20 y 50 millones de toneladas de residuos electrónicos al año en todo el mundo. ¿Dónde va a parar todo la basura digital que genera Occidente?

A menudo, los  residuos electrónicos terminan en países con una legislación escasa o nula en lo que respecta a reciclaje o gestión de residuos. El destino tradicional era Asia, pero desde hace unos años los tentáculos se estos trasvases se ha  extendido a otras regiones, sobre todo a África occidental.

Al problema de un exceso de acumulación de basura, hay que añadirle que una gran cantidad de productos electrónicos, como los ordenadores portátiles y  los teléfonos móviles, contienen sustancias y materiales químicos peligrosos. Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierten que su reciclaje o eliminación puede suponer “una seria amenaza para la salud humana y el medio ambiente”.

“Llevo ocho años investigando sobre éste problema. Al principio se trataba de pequeños cargamentos, más pequeños que un container, pero desde hace seis años ha empezado a llegar mucho más basura electrónica procedente de países industrializados de forma ilegal para ser vertida en Ghana”, explica a Ethic Mike Anane, director de la Liga de periodistas medioambientales de este país. “Nada cambia a pesar de las denuncias, los cargamentos ilegales siguen vertiéndose con consecuencias serias sobre la salud pública y con un impacto medioambiental muy grave”.

Entre el 50% y 80% de los desechos de EEUU, Japón y la Unión Europea se transporta a vertederos en China, India, Nigeria, Pakistán y otros países en vías de desarrollo. Guiya es una ciudad china que se transformó en el mayor basural tecnológico del planeta: un lugar donde el 95% de los habitantes trabaja desarmando equipos electrónicos sin tomar las medidas preventivas necesarias para evitar daños a la salud. En India unas 25 mil personas trabajan en los tiraderos de Delhi, una ciudad que recibe cada año entre 10 y 20 mil toneladas de basura electrónica, de las cuales un 25% son ordenadores. La exportación de este tipo chatarra viola  la Convención de Basilea de las Naciones Unidas, aprobada en 1989, que prohíbe el traslado de la basura electrónica a países en vías de desarrollo, bajo cualquier término.

Exportación ilegal

Después de obtener pruebas de que la Unión Europea y Estados Unidos exportaban a Ghana residuos  electrónicos, muchas veces de forma ilegal, la ONG Greenpeace llevó a cabo hace dos años en este país la primera investigación sobre contaminación en el  entorno laboral provocada por la gestión y el reciclaje de este tipo de  residuos. El estudio amplía los países donde Greenpeace expone el  problema de los residuos electrónicos, ya que previamente había documentado la contaminación ambiental que conllevan estas  prácticas en China e India.

En Ghana, recogieron muestras de tierra y sedimentos de dos centros de reciclaje de  basura electrónica: el mercado de chatarra de Agbogbloshie, en Accra, que es el centro principal de reciclaje de este tipo de residuos en el país; y en el desguace de una ciudad más pequeña, Korforidua, ya que es considerada un ejemplo típico de los numerosos centros pequeños de reciclaje de residuos electrónicos en Ghana. “Los países desarrollados tienen que poner en marcha urgentemente medidas rigurosas de control de estos cargamentos ilegales y vertidos en Ghana y en otros países en desarrollo”, advierte Anane, que se ha erigido en un defensor de su entorno y de los derechos de sus compatriotas.

La exportación de residuos electrónicos es ilegal en la Unión Europea. Sin embargo, la Agencia de Protección Ambiental estadounidense lo clasifica como reciclaje legítimo. Existen millones de las toneladas de productos electrónicos obsoletos que están sin contabilizar en estas zonas: alrededor del 80% en Estados Unidos y hasta un 75% en UE. Una parte de estos residuos electrónicos está todavía almacenada en viviendas particulares mientras que otra parte acaba en vertederos. Otros residuos son incinerados o exportados a países en vías de desarrollo como Ghana.

La exportación de residuos electrónicos es ilegal en la Unión Europea. Sin embargo, la Agencia de Protección Ambiental estadounidense lo clasifica como reciclaje legítimo. Existen millones de las toneladas de productos electrónicos obsoletos que están sin contabilizar en estas zonas: alrededor del 80% en Estados Unidos y hasta un 75% en UE. Una parte de estos residuos electrónicos está todavía almacenada en viviendas particulares mientras que otra parte acaba en vertederos. Otros residuos son incinerados o exportados a países en vías de desarrollo como Ghana.

Los ordenadores, monitores y televisores son los principales residuos electrónicos en los desguaces. En Agbogbloshie se desmontan a  mano en los numerosos talleres pequeños que hay dentro del  mercado. Algunas partes se queman para separar el plástico del  valioso metal. Los materiales sin valor se arrojan con otros residuos. “La mayoría de la gente en Ghana no es consciente del impacto negativo de la basura electrónica o incluso del hecho de que contengan sustancias químicas tóxicas”, añade el director de la asociación de periodistas medioambientales. Pero, a pesar de la falta de conciencia o de conocimiento, la realidad es que “la basura electrónica tiene implicaciones en la salud pública  y un severo impacto medioambiental. Las lagunas y los ríos próximos al vertedero están muertos y ya no contienen peces”.

La  contaminación medioambiental encontrada en las muestras ghanesas sugiere que los niños de Ghana que trabajan y viven cerca de los emplazamientos de residuos electrónicos pueden estar expuestos a altos niveles de sustancias tóxicas. Los resultados del estudio muestran claramente la necesidad de que los fabricantes de productos electrónicos eliminen las sustancias peligrosas de éstos y de que se hagan responsables durante todo el ciclo de vida de sus productos. También es necesaria una legislación más fuerte para prevenir que los residuos electrónicos se importen en Ghana.

En este país africano, el equipo de Greenpeace documentó la existencia de residuos electrónicos de marcas europeas, japonesas y estadounidenses. Las etiquetas revelaron que los equipos venían de organizaciones muy diversas, como por ejemplo la Guardia Real danesa y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. El equipo comprobó cómo los contenedores de residuos electrónicos de Alemania, Corea, Suiza y Países Bajos se abrían en el puerto de Tema, el puerto más grande de Ghana. Los datos de los contenedores revelaron que todos los europeos habían sido enviados a través Amberes (Bélgica).

Algunos países y regiones han desarrollado nuevas normativas para restringir el empleo de sustancias peligrosas en los nuevos productos electrónicos y regularizar la recogida de los residuos electrónicos. Sin embargo, estas normativas son insuficientes ya que excluyen numerosas sustancias peligrosas usadas en la electrónica y muchas son insuficientes para abordar todos los aspectos de la gestión de los residuos electrónicos. En Europa, la directiva de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) y la directiva de Restricción de Sustancias Peligrosas en aparatos eléctricos y electrónicos, (RdSP), están destinadas a solventar los problemas de los residuos electrónicos, pero son aplicables sólo para la  UE y no abarcan el problema en su totalidad.

“Es necesario que se tomen medidas de verdad. Hay que hacer una reflexión en torno a los productos programados para durar poco. No podemos seguir así. El pasado 19 de abril España llegó a déficit ecológico. Es decir, hemos gastado ya todos los recursos que somos capaces de producir en un año en tan sólo cuatro meses”, afirma Julio Barea, responsable de la Campaña de Contaminación de Greenpeace. Barea defiende la idea de que los fabricantes “se responsabilicen de toda el ciclo de vida  del producto”. “A veces nos conformaríamos con que se cumplieran las leyes pero nos encontramos ante un agujero negro que parece que nadie quiere afrontar”, lamenta.

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