Del escritorio de Julio Ruíz

Proverbios, propuestas para una vida mejor – Zarcillo de oro en hocico de cerdo

El presente proverbio es descriptivo y práctico. Su simple lectura despierta reacciones contrastadas en la conocida literatura sapiencial. Porque no es lo mismo un zarcillo de oro en el cuerpo de un ser humano, especialmente lucido por una dama, que colgado del hocico de este animal. ¿Puede usted imaginarse el cuadro? Un cerdo comiendo basura (los que se crían en nuestros pueblos casi siempre lo hacen en el charco), cuya baba le cae por la boca sin tener idea de la pieza que ensucia y que maltrata. Aquí, como en cualquier otro sitio, el oro representa el valor, la calidad y lo permanente, solo que está en un lugar desacertado. Por otra parte el cerdo representa a la falta de circunspección y la insensatez. La lectura completa del proverbio dice: “Como zarcillo de oro en hocico de cerdo es la mujer hermosa y apartada de la razón” (Proverbios 11:22) Así, el contexto nos habla de una belleza externa pero de un corazón vacío. Es un elocuente llamado para decirnos que el primor del carácter no es lo que presentamos sino lo que los demás leen en nosotros. Es una manera también de decirnos que aunque cubramos nuestra apariencia con los elementos estéticos, no habrá ningún resultado sino no hay una belleza del espíritu. Con el ejemplo del cerdo podemos también decir que cuando las personas se permiten descender hasta lo más bajo de la inmundicia e inmoralidad (léase el cochino en el barro); cuando colocan todo el énfasis sobre los goces del hombre exterior, y nada en el interior, son como un zarcillo de oro en el hocico de un cerdo.
 
 La discreción y la razón son necesarias para mantener el equilibrio. La falta de esto hace al individuo un ser propenso a cualquier desvarío. La vida tiene como meta descubrir el “oro” que hay en ella y no el “barro” que nos ensucia. Para esto es necesario dejar al Arquitecto por excelencia hacer de nosotros una obra que todavía otros no han visto. Un día Leonardo Da Vinci encontró una roca grande en una colina cerca de su casa. Se pasó todo el día observándola, después se la trajo. El resto del tiempo lo único que hizo, excepto comer y dormir, fue mirar su roca. Pero luego, preso de una gran imaginación, empezó a desquebrajar la roca con cincel y martillo. Esto lo hizo sin parar, hasta que alguien le preguntó: "Mi querido amigo, ¿qué rayos estás haciendo? Tú lo estás viendo, mira bien. No veo más que una roca. ¿Esto te parece solamente una roca? ¿Qué más puede ser? De ninguna manera, hay un ángel en esta roca, estoy rompiéndola, para sacarlo”. Él siguió golpeando y cincelando la roca. Pasaron los días, las semanas y hasta un mes y la forma del ángel comenzó a emerger de la tosca piedra como él había dicho. Apareció un ángel cuando él había terminado su trabajo. El asunto es que Da Vinci veía un ángel donde otros veían una roca. ¿Qué es lo que otros están viendo en nosotros?
 
 Asistimos a una sociedad que lo que más le interesa es la apariencia, lo estético, lo material. La preocupación por alimentar el alma y el espíritu no forma parte del menú cotidiano. Hoy día se invierten millones en técnicas y creación de nuevos productos que tienen como fin embellecer el cuerpo o satisfacer el intelecto, pero se invierte muy poco en los valores que perduran, representados aquí por el zarcillo de oro. El hombre moderno prefiere mantener la filosofía que todo lo que da placer y hace “sentir bien”, debe vivirse, aunque se desconozca de donde proceda el paquete. Con una gran sutiliza los valores espirituales se están mezclando tanto con esta moral relativa, que ya se desconoce cuáles son los linderos entre lo malo y lo bueno, entre lo moral y lo inmoral, entre lo santo y lo profano. La permisología en la que vamos profundizando con el visto bueno de los que están en eminencia nos está conduciendo a un estado conformista, complaciente e indulgente. El “zarcillo de oro en hocico de cerdo” es el dramático simbolismo de una sociedad que va en una vertiginosa decadencia. Somos llamados a detener este desenfreno. Las palabras con las que Jesús comenzó su ministerio siguen siendo las más necesarias para esta generación: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17) ¡Cambiemos en el “barro” por el “oro”!

 

 


 Nota: Este estudio es brindado por entrecristianos.com y su autor para la edificación del Cuerpo de Cristo. Siéntase a entera libertad de utilizar lo que crea que pueda edificar a otros con el debido reconocimiento al origen y el autor. 

 

 

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Sara
Sara
3 años de haberse escrito

Que buen mensaje de este pequeño pasaje. ¡Gracias y bendiciones!

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