viernes, 21 de diciembre de 2012

La Llorona.

Me considero un fan total de todo lo que tenga que ver con terror. Recuerdo aquellos tiempos en los que me ponía a contar historias de miedo con mis compañer@s de la secundaria. Entre esos relatos, el de "La Llorona" es, sin duda, uno que fascina a todo mexicano, pero ¿cuál es su origen?

En México la leyenda se remonta a su pasado prehispánico. En el grandioso libro "Las Calles de México (1922)", Luis González Obregón, cronista e historiador de la Ciudad de México, nos cuenta con todo rigor histórico sobre el origen de ese tétrico y a la vez entrañable ser.



"La tradición de "La Llorona" tiene sus raíces en la mitología de los antiguos mexicanos. Fray Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosas de Nueva España (Libro I, Cap. IV) nos habla de la diosa Cihuacóatl, la cual "...aparecía muchas veces como una señora compuesta por unos atavíos como se usan en Palacio: decían también que de noche voceaba y bramaba en el aire... los atavíos con que esta mujer aparecía eran blancos, y los cabellos los tocaba de manera, que tenía como unos cornezuelos cruzados sobre la frente". El mismo Sahagún (Libro XI) refiere que entre muchos augurios o señales con que se anunció la Conquista de los españoles, el sexto pronóstico fue "...que de noche se oyeran voces muchas veces como de una mujer que angustiada y con lloro decía: "¡Oh, hijos míos, que ya ha llegado vuestra destrucción!" Y otras veces decía: "¡Oh, hijos míos! ¿dónde os llevaré para que no os acabéis de perder?"

Cihuacóatl (Mujer serpiente). Noten su cabeza compuesta por dos serpientes. La figura encierra un montón de simbolismos que por sí sólos han generado libros completos.

Como podemos ver, la tradición es muy antigua y poco a poco se fue deformando o adquiriendo elementos acordes al momento histórico que se vivía. Un ejemplo de ello es lo que se decía de ella varios años después de la conquista de México-Tenochtitlan:

"...tomada ya la ciudad mexica por ellos y muerta años después doña Marina (o sea la Malinche), contaban que ésta era La Llorona, la cual venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los indígenas de su raza, ayudando a los extranjeros para que los sojuzgasen".

 Doña Marina, junto a Hernán Cortés, frente a los señores de Tenochtitlan (según el Lienzo de Tlaxcala). Curiosamente, el sobrenombre "Malinche" lo utilizaban los indígenas para referirse a Cortés y no a Marina. Él era el "Malinche".

Una última versión prehispánica dice que antes de la llegada de los españoles a lo que ahora es México, la gente que habitaba la zona del lago de Texcoco, además de temer al dios Viento de la Noche: Yoalli Ehécatl, podía escuchar en las noches los lamentos de una mujer que estaría por siempre vagando y lamentando la muerte de su hijo y la pérdida de su propia vida. La llamaban Chocacíhuatl, la "Mujer que llora" (del verbo náhuatl "choca": llorar, y "cihuatl":mujer). Ella era la primera de todas las madres que murió al dar a luz. Así, flotaban en el aire las calaveras descarnadas y separadas de sus cuerpos (Chocacíhuatl y su hijo), cazando a cualquier viajero que hubiese sido atrapado por la oscuridad de la noche. Si algún mortal veía esas cosas, podía estar seguro de que para él ello era un presagio seguro de infortunio o incluso muerte. Era esta entidad una de las más temidas del mundo nahua desde tiempo antes de la llegada de los españoles.
 
Una vez que la ciudad de México estaba "españolizada", la leyenda tomó otro cariz: "...los vecinos de la ciudad de México que se recogían en sus casas a la hora de la queda, tocada por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía honda pena moral o tremendo dolor físico". 

Las primeras noches los vecinos se conformaban con santiguarse y pensar que aquellos lúgubres gemidos eran de un ánima del otro mundo, pero los mismos fueron tantos y tan repetidos que algunos osados quisieron cersiorarse y ver con sus propios ojos qué era aquello, primero desde las puertas de los balcones y luego atreviéndose a salir a las calles, con lo cual descubrieron que dichos lamentos eran lanzados por una mujer vestida de blanco y con un espeso velo que cubría su rostro. La misma recorría, con pasos lentos y callados, muchas calles de la ciudad, cada noche distintas pero sin faltar una sola, hasta la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último angustioso y languídisimo lamento; puesta en pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo y al llegar a las orillas del salobre lago que aún rodeaba a la ciudad de México,  se perdía, como una sombra se desvanecía, como si se sumergiera entre las aguas... así, sin saber nada más de ella, la bautizaron como "La Llorona".

"Pero olvidada o casi desaparecida, la leyenda de "La Llorona" se generalizó en muchos lugares del país, transformándola o asociándola a crímenes pasionales, y aquella vagadora y blanca sombra de mujer, parecía gozar del don de ubicuidad, pues recorría caminos, penetraba por las aldeas, pueblos y ciudades, se hundía en las aguas de los lagos, vadeaba ríos, subía a las cimas en donde se encontraban cruces para llorar al pie de ellas o se desvanecía al entrar en grutas o al acercarse a las tapias de un cementerio". Incluso hay quien dice haberla visto en tiempos de la Revolución o más recientes.

Otras versiones cuentan de "...una joven enamorada que había muerto en vísperas de casarse, y por ello traía al novio la corona de rosas blancas que no llegó a ceñirse; otras veces era la viuda que venía a llorar a sus tiernos huérfanos; ya la esposa muerta en ausencia del marido a quien venía a traer el ósculo de despedida que no pudo darle en su agonía; ya la desgraciada mujer, vilmente asesinada por el celoso cónyuge, que se aparecía para lamentar su desgraciado fin".

Sin embargo, la versión más popular de esta historia consiste en la de aquella enamorada: "Existió una mujer indígena —criolla en algunas versiones— que tenía un romance con un caballero español. Fruto de esta pasión nacieron tres niños. Cuando la joven comenzó a pedir que la relación se formalizara, el caballero la esquivaba, quizá por temor al qué dirán. Tiempo después, el hombre dejó a la joven y se casó con una dama española de alta sociedad. Cuando la mujer se enteró, dolida y totalmente desesperada, asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río, o apuñalándolos, según la versión contada, y luego se suicidó porque no soportó la culpa. Según esta historia, desde aquel día se comenzó a escuchar el lamento de la joven en un río donde todo esto ocurrió.

 ¡Imagínate ver a La Llorona sumergiéndose en un lago! Yo si me meo del susto...


Películas.

Hay numerosas películas inspiradas en el personaje (no todas recomendables). Entre ellas, las siguientes:

-La Llorona (1933).

-La herencia de la llorona (1947)

-La Llorona (1960) 

-La maldición de la llorona (1961).





-La venganza de la Llorona (1974). 

-Las lloronas (2004).  

-Kilómetro 31 (2005, muy chafa [bajo tu propio riesgo]). 

-Haunted from Within (2005) 

-Tha Wailer 1 y 2 (2006 y 2007). 

-J-ok'el (2007). 

-The Cry (2007). 

-La leyenda de la Llorona (2011).




Extra.

Gran parte de la información la obtuve del libro "Las calles de México", de Luis González Obregón. No obstante, hace poco conseguí otro libro titulado "Historia, tradiciones y leyendas de calles de México", escrito por Artemio de Valle-Arizpe. De dicha obra extraje una versión más y no tan distinta:

Sonaba la queda en la Catedral y todos los habitantes de México echaban cerrojos, ponían trancas y otras defensas a sus puertas y ventanas. Se encerraban a piedra y lodo. Hasta los viejos soldados conquistadores, que habían demostrado su valor en la guerra, no trasponían el umbral de su morada al llegar esa hora temible. Los corazones se vestían de temor al oír aquel lamento largo y agudo que venía desde muy lejos y se iba acercando poco a poco, cargado de dolor... ¡La Llorona! exclamaban y apenas podían murmurar una breve oración mientras con mano temblorosa se santiguaban. México estaba aterrorizado por aquellos angustiosos gemidos. Varias personas afirmaron que era cosa ultraterrena. Salieron no pocos a investigar y unos murieron del susto, mientras que otros enloquecieron de remate y poquísimos pudieron narrar lo que habían contemplado:

Una mujer, envuelta en un flotante vestido blanco y con el rostro cubierto con un velo que revolaba en torno suyo al fino soplo del viento, cruzaba con lentitud por varias calles y plazas de la ciudad, unas noches por unas y otras noches por otras. Así, por una calle y luego por otra, rodeaba las plazas, explayando el raudal de sus gemido para finalmente rematar con su grito más doliente, espantoso y cargado de aflicción, en la Plaza Mayor (hoy Zócalo). Después se iba en silencio, hasta que llegaba al lago y en sus orillas se perdía...



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