lunes, 5 de noviembre de 2012

Caliban: transculturación y resistencia


Hace varias décadas atrás, el poeta y filósofo cubano Roberto Fernandez Retamar, escribió un texto en el cual señala que la palabra Caliban, que designa a uno de los personajes de la obra La Tempestad de William Shekespeare, es un anagrama de Caníbal. Palabra que a su vez deriva de Caribe. Esta explicación interpretativa de la figura simbólica de Caliban, pasó a convertirse en una metáfora del desarrollo del pensamiento latinoamericano, en cuyo transcurso los esclavos colonizados (Caliban) han aprendido y desarrollado el idioma y la cultura impuesta para rebelarse contra el amo colonizador (Prospero), convirtiendo al pensamiento y la cultura latinoamericana en una mezcla donde raíces y modernidad se vierten en una expresión híbrida. A este fenómeno sociocultural, Fernando Ortiz lo llamó transculturación.
            Este antecedente simbólico ha nutrido el campo del estudio del pensamiento latinoamericano como un elemento de síntesis explicativa de la significación de postulados exógenos para la construcción de nuestra identidad. Esto debido al complejo panorama que se presenta cuando se observan los distintos procesos de construcción identitaria, desde la defensa indígena y las guerras de la independencia hasta los procesos sociales y las revoluciones políticas.
            De este modo, nuestro barrocoquismo no es un decorado estético, sino más bien una condición propia de la humanidad, lo cual se hace evidente cuando observamos la situación vivida por egipcios y babilonios, griegos y egipcios, romanos y griegos, y así sucesivamente. No obstante, nuestra diversa América Latina viene sufriendo, al igual que Africa, la crudeza de una negación producida por una dominación abusiva de nuestras tierras y nuestra gente. La apertura hacia lo moderno no es negativa cuando es voluntaria y justa, situación que no ha sido aún demostrada, pero lo es cuándo aquel que tiene poder lo ejerce en una negociación desequilibrada. Galeano lo llamó “Las venas abiertas de América latina”.
            Sin embargo, no todo lo externo ha sido negativo, ideas como las que desarrollaron los revolucionarios franceses, ingleses, rusos y alemanes han nutrido los ideales de una resistencia social, a veces deficitarias y otras organizadas y políticas. No obstante, siempre fuertemente sucumbidas o en constante amenaza. Lo cierto, es que el pensamiento latinoamericano ha reivindicado aquellos ideales que sin pretender hacer modificación de nuestra cultura han ayudado a su desarrollo. Bolivar, Martí, Mariategui, Bilbao o Salvador Allende son una muestra de ello.
            La resistencia de los pueblos, hoy se nutre de ideales que pretenden liberar la opresión cultural, política y económica. No obstante, en dicho proceso se van estableciendo nuevas relaciones que modifican las actuales. En un continuo cambio en que el pensamiento se nutre de acción y teoría, de tradición y modernidad. Ambos opuestos han sido el si no de una diversidad originaria, cuyos únicos criterios equivalente han sido la crudeza y los vestigios del avance del dominador, y la defensa de los oprimidos.
            Así, la alegoría de Caliban se nos muestra como una metáfora simbólica de nuestro pensamiento y cultura, donde ha ocurrido una transculturación, en que nuevas formas de pensar y actuar son asimiladas por antiguas y locales expresiones culturales, dando origen a otras diferentes. La transculturación ha nutrido la resistencia, como esta a nuestra identidad. 

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