martes, 3 de mayo de 2011

MI HIJO ES UN MENTIROSO

No resulta raro que los padres afirmen esto de sus hijos. Sin embargo todos sabemos que hay mentiras y mentiras. Para entender el significado y “gravedad” de la mentira, es necesario saber cuál es el desarrollo psicoevolutivo de los niños. Hasta los seis años, los niños no tienen clara la separación entre fantasía y realidad: si afirman que debajo de su cama hay un león, es porque en su cabeza eso “es real”, no hay malicia ni intención de engañar. Eso no puede considerarse como mentira ni reprochársele al niño; forma parte del progreso de su pensamiento. Por otra parte, la mentira no puede considerarse como un problema en sí mismo, sino como un indicador de que algo pasa. Es como la fiebre, no es una enfermedad, es un síntoma que nos alerta de que algo no va bien. Cuando un niño miente, es por algo: por miedo al castigo, por miedo a que los papás dejen de quererle, por vergüenza de haberse equivocado, para conseguir algo que se desea (material o admiración) o para protegerse a sí mismo o a su familia. Más que reprenderle por la mentira, preguntémonos (y preguntémosle) por qué necesita mentir.

Por otra parte, es frecuente que los adultos disfracemos la realidad o la aderecemos, según el caso. Si recibimos una llamada inoportuna diremos “di que no estoy en casa”; si nos saltamos un semáforo en rojo y viene el guardia a ponernos una multa diremos “¿semáforo? ¿en rojo?... ¡no lo he visto!”. No debe de extrañarnos, pues, que los niños recurran a la mentira si los mayores también recurrimos a ella.

Estrategias prácticas para manejar la mentira de los niños:
  • No decir nunca “eres un mentiroso”: Esto, que se llama profecía del autocumplimiento, es una regla de oro en educación. Desde el momento en que etiquetamos a un niño, éste se creerá la etiqueta que le hemos colocado y acabará cumpliendo con ella. Si el día que suelta una mentirijilla empezamos a decir que es un mentiroso, lo acabará siendo.
  • No quedarnos en la mentira sino analizar por qué necesita mentir (si le preguntamos directamente es posible que no sepa responder): por miedo a decepcionarnos y perder nuestro afecto, por miedo a la regañina y el castigo, por necesidad de obtener admiración, por deseo de preservar su intimidad (adolescentes) etc.
  • No colocarle en una situación en la que se vea cuasiobligado a mentir: A veces suceden cosas como ésta: llegamos a casa y nos encontramos un garabato en la pared; llamamos al niño y preguntamos “Pablito, ¿quién ha hecho esto?”. A partir de entonces, Pablito se encuentra en un callejón sin salida. Si dice “he sido yo”, le regañaremos por haber hecho grafitti; si dice “yo no he sido” le regañaremos por el grafitti y por haber mentido. Si resulta evidente que la trastada la ha hecho Pablito... ¿para qué preguntarle? Es preferible decir con disgusto y firmeza pero sin enojo “en la pared no se pinta; eso no me gusta; ahora, necesito que me ayudes a limpiarlo”, que colocarle entre la espada y la pared.
  • Cuando diga la verdad (de un sentimiento, una trastada etc.), nunca regañar aunque haya hecho algo “gordo”. Agradecer el que haya dicho la verdad y buscar soluciones juntos. Si estamos demasiado molestos o enfadados tras la “confesión”, relajarnos cambiando de actividad (ducharnos, leer, hacer la cena, sacar al perro) y retomar el tema en otro momento.
  • Distinguir entre “broma” y “mentira”, no usarlos como sinónimos. A veces, cuando un niño pequeño nos gasta una broma o nos cuenta una fantasía, exclamamos “¡uy qué mentiraaaa!”. Reservemos la palabra “mentira” para aquellas situaciones en las que exista una cierta malicia e intención de engaño y para las otras empleemos el término “broma”.
  • Ser nosotros modelo de sinceridad y si se nos escapa una “mentira piadosa”, explicarla. Para los niños resulta igual de “grave” esa mentira piadosa de “no estoy en casa” ante una llamada inoportuna que otro tipo de falseamientos serios de la realidad. No tienen capacidad para contextualizar y discernir las consecuencias de una u otra por eso es preferible que no nos escuchen mentir y, en el caso de que la mentira piadosa resulte inevitable, siempre se le puede explicar por qué la hemos dicho.


7 comentarios:

  1. Me ha resultado muy interesante. Yo soy de las que digo cuando veo la trastada "¿qué has hecho?" y me subo por las paredes cuando me dice que "nada"... ¡Me revienta que me mienta! Voy a probar con lo de no preguntar lo que es evidente porque me parece que a mi hijo puede que lo esté colocando como dices "entre la espada y la pared".

    Un saludo desde Valencia, Marimar

    ResponderEliminar
  2. es desesperante sentir que un niño de pocos años se quiera ir al abismo no quiere cumplir con las tareas escolares no ordena su habitacion en fin muchas de las actividades que yo si cumplia el simplemente se las baraja y para todo pone excusas para mi son mentirotas pienso intentar sus consejos por que no son dias son años de batallar

    Atentamente Maria

    ResponderEliminar
  3. Hola María,

    A veces la crianza de los hijos, como tú dices, se convierte en una batalla cotidiana. Espero que en éste y otros artículos del blog puedas encontrar ideas para la educación de tus hijos.

    Un cordial saludo,
    Beatriz

    ResponderEliminar
  4. hola el tema me interesa bastante ya que tengo una Pequenia de tan solo 10 con 11 meses que es mentirosa con facilidad miente necesito ayuda Por favor que hago toda ella es hermosa solo es eso ella es la razón de mi existir urgente necesito orientación como ensenarle a no mentir o descubrir el motivo de su facilidad de mentir canalizeme a donde voy que ago

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola anónimo,

      Además de poner en práctica las ideas indicadas, te sugiero que busques ayuda profesional en tu lugar de residencia; a veces unas sencillas orientaciones pueden suponer enormes cambios en los niños.

      Un saludo,
      Beatriz

      Eliminar
  5. No puedo más. Estoy arrepentido de haberlo tenido. Tener un hijo me ha dado más problemas y sinsabores que alegrías. Hago balance y veo que no compensa. Se que es duro lo que escribi, pero es lo que siento de verdad. Siento más rechazo que cariño. Tengo un hijo de 13 años que miente hasta el punto de discutir las mentiras. Cada vez que lo descubro en una, la discute hasta pedir que lo compruebe, a sabiendas de que esa comprobación se pondrá en su contra. En casa no mentimos. No lo hemos educado así. Hoy mismo hemos descubierto que le entregaron las notas el viernes y no las entregó en casa hasta el lunes. Cuando le preguntamos porqué no las entregó el viernes, nos dice que porque no se las dieron hasta el lunes. Le hemos dicho que sabíamos, por otros padres, que ya las tenía desde el viernes, y se nos ha enfrentado discutiendo y pidiéndonos que llamemos a uno de sus compañeros y le preguntemos. Fue por la madre de ese compañero, precisamente, que sabemos que se las entregaron el viernes. Le he dicho que escriba en la agenda del colegio que, según él, no le entregaron las notas hasta el lunes, para pedir que lo firme el profesor, diciendo que si no es verdad, le quitamos para siempr el ordenador, y se ha negado a escribir nada. Lo reconozco, he perdido los papeles y me he enfrentado a él. Me ha costado no cruzarle la cara por su reafirmación en la mentira y su negativa a obedecerme y escribir la nota. Y ha sido en ese punto cuando ha reconocido la mentira. NO PUEDO MÁS. Lo hemos llevado a una psicóloga donde lo único que hemos conseguido ha sido tirar cientos y cientos de euros para nada porque después de varios meses no observamos en él ninguna mejora. He intentado razonar con él, de dialogar, en esos pocos momentos de complicidad padre/hijo que hemos tenido. Pero es inútil. Sólo admite que debe cambiar, me da la razón, pero ahí se queda todo. es como el "te doy la razón pero por un oído me entra y por otro me sale". Tiro la toalla. Nos ha tocado esta penitencia así que habrá que sobrellevarla como se pueda mientras dure.
    Supongo que será fácil aconsejar cuando se tiene una familia maravillosa y decirme "no te rindas" o "es normal a esa edad"... desde el otro lado decimos "lo he probado", "lo intento", "eso ya lo intenté".
    Los que seáis felices con hijos: enhorabuena. Yo, desde luego, ojalá pudiera volver atrás.
    Perdón por la extensión.

    Antonio.

    ResponderEliminar
  6. Entré aquí buscando temas de interés para mi blog y me puse a leer los comentarios.
    El de arriba me llamó mucho la atención.
    Como madre puedo entender que a veces las situaciones nos superen y perdamos el control.
    También se que la teoría es una cosa y la práctica es otra, pero depende de la ACTITUD que tengamos como ADULTOS que somos.
    Tener un hijo es una DECISION, ELECCION. No sabemos que puede llegar a pasar en el futuro con la educación de nuestro hijo, si va a salir como queremos o no.Como padres intentamos dar lo mejor, incluso lo que funciona para un hijo, para otro, no.
    Mi opinión es que por empezar y a raíz de lo leído, eres tu quien debe buscar ayuda (profesional, familiar)y relajarte.
    Cada persona tiene un tiempo de madurez y TODO lo que has hecho por su bien, algún día será visto por tu hijo.
    No desesperes, no tires la toalla y continúa al lado de tu hijo.
    No te tomes todo a la tremenda. Soy madre de adolescentes y sé de que hablo.
    Te voy a dejar un enlace para que leas y puedas darte cuenta SOLO
    http://adolescentesactuales.com/2013/04/17/adolescencia-y-alcohol/
    http://nuestroexpresar.blogspot.com

    ResponderEliminar