A día de hoy me encuentro con mucha gente que desconoce las costumbres básicas de los ortodoxos judíos, y he decidido aportar mi granito de arena en mi humilde blog para acercaros un poco a esa cultura tan desconocida. De esta forma, si algún día visitáis ese maravilloso país, sabréis un poquito más de lo que ocurre a vuestro alrededor.
Los ultra-ortodoxos se dedican a rezar. Se pasan horas y horas dándose golpes de cabeza en el Muro de las Lamentaciones recitando textos de su Biblia, “Talmud”. Los matrimonios casi siempre son pactados y el objetivo es tener el mayor número de hijos posible.
Los hombres y las mujeres no pueden tocarse, por lo que hacen el amor a través de una sábana (a ser posible blanca) dotada de un agujero cosido estratégicamente. Las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén son muy estrechas, allí es muy frecuente cruzarte con un ultra-ortodoxo. Llama la atención como ellos se giran contra la pared y aguardan a que la mujer pase para no rozarla ni mirarla a los ojos. Por otra parte, si decides comprar algo en cualquiera de las miles de tiendas que forman la “medina”, asegúrate de poner el dinero en un platito, jamás aceptarán que se lo des en mano.
La comida tiene que ser kosher. Esta totalmente prohibido comer cerdo y es pecado mortal mezclar lácteos con proteínas. De esta forma, tomarse un sándwich mixto es ¡todo un sacrilegio! Y si pides un solomillo, recuerda que no puedes tomar café de postre, a menos que sea sólo. El alcohol, ni olerlo.
Otra cosa curiosa es el hecho de que las mujeres no puedan tener ni un solo pelo en el cuerpo, es impuro. Se afeitan todo, cabeza incluida. Algunas llevan pañuelos y otras pelucas. También las pelucas tienen que ser kosher; pelo virgen que no haya sido aclarado ni teñido y por el que se puede llegar a pagar hasta 2000$.
Si os alojáis en un hotel y veis que en uno de los ascensores hay una placa que pone SHABAT, no os asustéis. Como algunos de vosotros sabréis, el shabat es el día de descanso. Comienza con la puesta del sol del viernes y termina con la llegada de la noche del sábado. El domingo es laborable. Durante el shabat, los ultra-ortodoxos no pueden trabajar. Y trabajar significa tan siquiera apretar un botón. Las luces se programan, la comisa se deja hecha, la televisión encendida y los ascensores se paran en todas y cada una de las plantas de cualquier edificio. Prohibido hablar por teléfono y prohibido conducir. Así se explican las imágenes en las que se aprecia a esta población tirando piedras a los coches que casualmente pasan por su barrio, el Meah Shearim, en día de descanso.
Quiero que conste que Israel nada tiene que ver con lo que acabáis de leer. La población ultra-ortodoxa apenas roza el 6% del total. El resto: cata jamón, come la famosa cheesburguer del McDonalds, sale con el coche los viernes, se emborracha y creo que hacen el amor sin sábana de por medio.