jueves, 1 de agosto de 2013

El sabado - parte 3, Éxodo 20:8-11

Nos encontramos en un momento solemne que ha sido, en más de una ocasión, mal entendido.  Ya son dos meses y medio que Israel salió de Egipto, dos mese y medio experimentando la libertad.  Es el momento ideal, por consideración divina, para develar los límites del comportamiento humano en su relación con Dios, su verdadero libertador, y su relación con sus semejantes.

No son conceptos nuevos, el registro bíblico hace referencia a ellos antes del Sinaí, aunque no como conjunto.  La ley de Dios, que es eterna (Isaías 40:8), ha estado siempre accesible a a los hijos de Dios.  Sin embargo, Dios ve necesario ahora presentarlos en un formato de más fácil acceso al las presente condición del ser humano.

Dios verbalmente se comunica con el pueblo desde la cumbre del monte Sinaí y numera cada punto del pacto...  Si analizamos cada uno de esos mandamientos encontramos su valor dentro del plan de salvación como vehículos que definen relaciones, hombre-Dios, hombre-hombre.  No es difícil descifrar lo vital de no tener otros dioses, o no hacernos imágenes para adorar, o no matar o deshonrar a nuestros padres.  ¿Por qué, entonces, cuando pasamos por el cuarto, se requiere de una gran explicación para justificar su no observación?

Dios es consistente con lo que ha establecido comenzando con un: “Acuérdate..."  No es algo nuevo, sino algo ya establecido que el pueblo evidentemente ya conoce.  No se trata de santificar un día relevante a una etnia o cultura, sino a todo ser creado, “porque en seis días hizo Dios..."

La consistencia divina es palpable a través de la Biblia entera pues aún en Apocalipsis, en un contexto escatológico, cita nuevamente Génesis 2: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas," en Apocalipsis 14:7 (énfasis es mío).

La observancia del séptimo día tiene su origen confirmado en la creación, validado por Dios mismo para ser observado más allá de una cultura o religión, como una oportunidad para que el ser humano se recuerde de su origen y como tal defina la razón de ser de su existencia.  Para que su observancia cumpla con su objetivo, Dios apunta al ejemplo dado por él mismo en la creación cuando dice: “...y reposó en el séptimo día."  No fue una eventualidad, sino el establecimiento de una cita semanal, libre de distracciones, entre el creador y sus criaturas.

La siguiente cita es Nehemías 9:13,14

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