La literatura existe porque la vida no basta, Antonio Tabucchi
 
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*AMORES SECRETOS, AMORES PROHIBIDOS*
© 2007/2008 Estrella Cardona Gamio

Sabemos que en casi todas las novelas se habla de amor, pero, ¿conocemos acaso muchas historias verídicas de amores que tuvieron por protagonista a más de un famoso escritor, auténticas vidas de novela que, en algunos casos, llegaron a filtrarse en sus propias obras bien de manera inconsciente, bien intencionada? Me parece que no, al menos no todas.

Por ello, C. CARDONA GAMIO EDICIONES se complace en ofrecer una selección de vidas de autoras/autores cuyos nombres nadie ignora, pero a veces sí su vida amorosa, o determinadas facetas de ella.

Mary ShelleyIV MARY SHELLEY O LA ESPECULACIÓN SOBRE UN ENIGMA

Aunque Mary Shelley es la creadora de uno de los monstruos literarios más famosos, sobre todo a partir de que el cine internacionalizase su triste historia, no es del engendro del doctor Frankenstein del que quiero hablaros en esta ocasión, a pesar de que pueda tener algún parentesco, y bien digo parentesco, con Mary, aunque no como criatura de su mente.

Diez días después de que naciera Mary Shelley, su madre Maria Wollstonecraft, falleció de unas fiebres puerperales, dejándola huérfana con su padre, un filosofo que nada entendía de niños, y su pequeña hermanastra Fanny Imlay, retoño de otro progenitor. Agobiado por su comprometida viudez, William Godwin, se apresuró a contraer rápido matrimonio en cuanto el luto se lo permitió, y a la casa llegó otra viuda con dos hijos de corta edad, un chico y una niña, Jane, que luego se llamaría Clara, pero ésta no es su historia.

Mary creció con madrastra, con una media hermana, con hermanastros y con un padre que estaba más por sus libros y por impartir una severa educación, que por otra cosa.

En vista de todo esto se ha especulado mucho con que el monstruo de Frankenstein, no es otro sino la propia Mary, al pretender convertirla su padre en un ser inhumanamente perfecto, lo cual no consiguió pese a todo su empeño.

Pero... William Godwin era un librepensador, como también lo fue el marido de Mary, el poeta Percival Shelley, lo que significa que la muchacha recibió una educación paterna que luego ampliaría su marido, y en la que la moral al uso brillaba por su ausencia, pues el exceso de idealismo siempre ha sido nocivo sobre todo cuando a aplicarse a las personas se refiere, es decir, cuando lo que se pretende es que los individuos obren según rígidos conceptos inculcados y no razonados por ellos mismos.

Educación que evidenció todos sus fallos para el propio Godwin al asistir éste impotente, y muy disgustado, a la fuga de su hija con un hombre casado, Percival, su posterior amancebamiento y el empezar a tener hijos fuera del matrimonio, un matrimonio que pudo conseguirse al fin, con el suicidio de la primera esposa del poeta.

Sin embargo, nada de esto encierra un enigma, ya que nada oculta, el enigma se deduce, y no demasiado aventuradamente, a través de otra novela de Mary Shelley, una singular novela que podríamos denominar póstuma con toda tranquilidad, la cual, escrita en 1819, no fue publicada hasta 1959: Mathilda.

Mathilda es la historia de un amor incestuoso, que relata la pasión de un padre por su hija, y resulta muy curioso el tema elegido, por cuanto Mary Shelley siempre puso algo de biográfico en sus novelas, Frankenstein o el moderno Prometeo, o sea su lucha reivindicativa contra la voluntad de un padre, o creador, dominante, y asimismo el retrato sin paliativos del gran complejo que la traumatizó siempre: creer que ella traía la muerte a sus seres queridos, su madre, todos sus hijos menos uno, que fallecieron en la infancia, su marido ahogado en el mar en plena juventud, y El último hombre, novela futurista cuyos protagonistas, disfrazados, son ella misma, Percival Shelley y Byron, y que narra ni más ni menos el fin de la humanidad (precisamente en este siglo XXI).

No puedo afirmar que William Godwin cometiera incesto, o lo intentara, con Mary, pero los celos del padre al yerno resultan sorprendentes dado que se trataba de un hombre de ideas liberales, y también que la hija de su segunda esposa e hijastra suya por tanto, Clara Clairmont, se fugara con Mary y el poeta en lugar de quedarse en casa con su madre, y que Fanny Imlay, eligiera el suicidio a permanecer en aquel hogar con su padrastro y la mujer de éste.

Si bien se dice que Fanny no se unió a los irreflexivos tránsfugas porque Percy había elegido a Mary, la presencia de Clara en la troupe nos hace pensar que una más no hubiese molestado en el romántico grupo de alegres librepensadores.

¿Por qué, o de quién,  huyó Clara, por qué se suicidó Fanny prefiriendo escapar de un hogar, el único que conocía y que nunca la había rechazado, por qué escribió Mary Mathilda, novela que en vida suya no se atrevió a publicar, por qué fue editada 140 años después de su fallecimiento y no antes?

Quizá algún día se desvele el enigma que pueda responder a la conducta aparentemente novelesco de tres adolescentes que huyeron de un ambiente familiar tal vez no tan paternalmente inmaculado como a primera vista parecía: Mary y Clara en pos del amor y la libertad y la pobre Fanny, tímida y apocada, de la muerte como única liberación; mucho me temo que el fantasma de Mathilda siempre proyectara su sombra en esta historia.

© 2008 Estrella Cardona Gamio

© C. CARDONA GAMIO EDICIONES. Reservados todos los derechos. En la Red desde 1999.