La literatura existe porque la vida no basta, Antonio Tabucchi
 
INICIO
Quienes somos Aviso legal
LIBROS LIBROS ELECTRÓNICOS NOTICIAS ¡SUSCRÍBETE A NUESTRO BOLETÍN! EL SERIAL
NovelasRelatosLiteratura infantilEntrevistasSala de estarLinks de interés

*AMORES SECRETOS, AMORES PROHIBIDOS*
© 2007/2008 Estrella Cardona Gamio

Sabemos que en casi todas las novelas se habla de amor, pero, ¿conocemos acaso muchas historias verídicas de amores que tuvieron por protagonista a más de un famoso escritor, auténticas vidas de novela que, en algunos casos, llegaron a filtrarse en sus propias obras bien de manera inconsciente, bien intencionada? Me parece que no, al menos no todas.

Por ello, C. CARDONA GAMIO EDICIONES se complace en ofrecer una selección de vidas de autoras/autores cuyos nombres nadie ignora, pero a veces sí su vida amorosa, o determinadas facetas de ella.

Alicia LiddellII LEWIS CARROLL Y ALICIA LIDDELL

Otro gran amor prohibido e inconfesable fue el de Lewis Carroll versus Alicia Liddell, su pequeña musa inspiradora de tres a cuatro años, la edad que ella contaba cuando él la conoció.

Que Lewis Carroll tuviese tendencias pedófilas ya no es ningún secreto, ni tampoco un rumor calumnioso. Las tenía pese a esa cortina de silenció que su fama como escritor, matemático y persona respetable, ha echado ocultando la parte más oscura de su existencia, y si no remitámonos tan sólo a los hechos que por sí mismos son bastante explícitos.

A Lewis Carroll, seudónimo del diacono Charles Lutwidge Dodgson hijo de un puritano pastor protestante, y el primogénito de once hermanos, ocho niñas y dos chicos, le gustaba mucho, de mayor, hacer fotografías, más que gustarle le apasionaba, y de ello dio sobrada muestra con su extensa colección de retratos, efectuados a niñas muy pequeñas, entre las que se contaban las hijitas de algunos amigos, o bien colegas. Con el permiso de los padres, se las llevaba a merendar a su casa, les contaba cuentos y después procedía a retratarlas disfrazándolas -es célebre su retrato de Alicia vestida de mendiga andrajosa-, de variadas formas, en paños menores también y en discutibles actitudes lánguidas por no decir sensuales, algo que desde luego no se correspondía con una conducta muy normal que digamos, a la que hemos de agregar sus abrazos y sus besos apasionados, comentados en la edad adulta por algunas de sus niñas cuando éstas crecieron. Pero todavía hay más, llegó a encargar a una tal miss Thomson, pintora, una colección de retratos en los cuales las modelos tenían doce años y él mismo dibujó y fotografió a niñas desnudas.

Lewis CarrollLo significativo del caso, es que dejó ordenado en su testamento, que, tanto fotos como cuadros de desnudos infantiles, fueran destruidos, y así debió ser ya que de ellos no se ha encontrado ningún rastro.

Pero volviendo a la relación por demás extraña que unió a Lewis Carroll y a Alicia Liddell, diré que en efecto, hubo amor de él a ella aunque no a la inversa. Se ignora a que extremos pudo haber llegado porque como es lógico ninguno de los interesados habló jamás de la cuestión, así como tampoco sus parientes por razones obvias, por otra parte, ¿llegaron a enterarse alguna vez de la sordidez que encerraba aquella amistad o prefirieron mirar en otra dirección?; maravilla que en la puritana Inglaterra de la época, nadie se diera cuenta de nada. Sólo las caritas de sus retratadas dejan traslucir unos bastidores muy poco claros.

Cuando Alicia Liddell creció rompióse el hechizo para Carroll que en cuanto sus niñas dejaban de serlo, ya no le interesaban, pero el recuerdo de lo que pudo pasar entre ambos se hace patente en la triste mirada de la Alicia adulta y en el hecho de que rechazara las visitas de un Lewis Carroll maduro o no contestara a determinadas cartas suyas; si únicamente fue una amistad inocente lo que los unió, ¿por qué rechazar la compañía de un antiguo amigo que, además la había convertido en protagonista de un cuento inmortal?

Nunca se ha mencionado que Lewis Carroll tuviera relaciones amorosas con alguna mujer aunque mantuviese trato social con ellas ya que tenía muy buenas amigas, entre ellas a las famosas actrices Ellen y Kate Terry, y así el misterio continúa, y, para incrementarlo, ese inexplicable odio que la madre de Alicia experimentaba hacia el escritor, cuando siempre, en apariencia, se había portado muy bien tanto con la niña como con sus hermanas, siendo esta animadversión la que obligó a Alicia a quemar sus cartas en la adolescencia; las que se conservan son las que ella recibió de Carroll ya casada.

Sin embargo hay otro “pero” más que agregar, un diario personal de Lewis Carroll que sus herederos conservan celosamente y que nunca ha sido publicado completo sino fragmentado y aún de manera escasa.

Con todo lo que antecede, el retrato robot de Lewis Carroll, nos desconcierta porque no es agradable admitir que el autor de Alicia en el país de las maravillas, un cuento que obtuvo éxito desde el principio de su aparición, tuviera a lo largo de su vida a un centenar de niñitas por amigas y que cuando salía de viaje, o simplemente de paseo, llevase consigo un maletín lleno de juguetes que le servían para establecer el acercamiento con las criaturas a las que deslumbraba con sus historias y juegos, teniendo bien presente que siempre eran niñas ya que no podía ver a los chiquillos.

¿Se debe este extravío a que fue educado por un padre muy puritano, a qué vivió una infancia aislada en el hogar familiar, una vicaría, sin más compañía que la de sus diez hermanos? –se cuenta que cuando pasaba un carro por el camino resultaba todo un acontecimiento pues su casa natal estaba alejada dos kilómetros de la aldea más próxima y diez de la ciudad de Warrington-. ¿Qué traumas infantiles llenaron su niñez?, y no me estoy refiriendo a que era tartamudo y zurdo como todos sus hermanos, quienes, por cierto, exceptuando a dos, ninguno contrajo matrimonio, ¿qué improntas pudieron marcarle para siempre en una atmósfera enrarecida llena de temor al pecado y, por tanto, a una sexualidad natural?, ¿aprendió a amar a las niñas a través del recuerdo de sus hermanas? -a las cuales escenificaba obritas teatrales y juegos de prestidigitación-, es decir, ¿quiso resucitar un inocente, acogedor y perdido mundo, buscando niñitas que las substituyeran, sin tener en cuenta que hacía años que él dejara de ser también un crío? Me temo que nunca lo sabremos, aunque ello nos fuerce a comparar esa infancia con la de los pequeños Brontë, tan aislados como Lewis Carroll, y que, sin embargo, al crecer lucharon siempre por realizarse en una existencia normal, lamentablemente truncada de manera prematura.

© 2008 Estrella Cardona Gamio

© C. CARDONA GAMIO EDICIONES. Reservados todos los derechos. En la Red desde 1999.