sábado, 20 de agosto de 2011

"Conozco mis derechos"



Querido seres humanos: No nos dejemos manipular.

A nadie le gusta la violencia ni la represión, y nadie desea que un funcionario público le levante la voz y amenace con agredirle… PERO:

Hagamos un sencillo ejercicio de empatía y pongámonos en el lugar de los protagonistas del video que está dando la vuelta al mundo, en el que una supuestamente inocente periodista es presuntamente maltratada por un agente de la Policía Nacional durante una las múltiples manifestaciones provocadoras-laicas que se están desarrollando, con motivo de la JMJ, en la capital de España.


Primero él: Un señor que cobra un salario muy modesto haciendo un trabajo el cual, durante los últimos meses, le obliga a enfrentarse con excesiva frecuencia a masas de descerebrados que, arropados por la multitud, insultan e incluso agraden (las imágenes, así como las cifras de agentes heridos tras las cargas policiales, lo demuestran) a sus compañeros con insistencia y total impunidad.

Este tipo, dicho de otra manera, sabe que cada vez que tiene que salir a la calle a lidiar con los autodenominados Indignados (muchos ya les llaman Indignantes) tiene muchas posibilidades de acabar sangrando, contusionado o con las botas empapadas en orín de perroflauta.

A este guripa, que vive de protegernos a todos los que pagamos su sueldo con nuestros impuestos, le han situado en medio de una disputa entre ateos y católicos, en minoría y a merced de la turba. Su deber es evitar una batalla campal y para ello debe, entre otras cosas, identificar a quien crea conveniente (algo para lo que está perfectamente cualificado y autorizado) en la misma medida en que es deber de todo ciudadano facilitar el Documento Nacional de Identidad a cuanto agente se lo solicite, con absoluta independencia de si encuentra la petición justificada o apetecible.



Ahora la chica: Aquí tenemos a una chavala, para empezar, que anda grabando de tapadillo una conversación con un policía.

Esto, que más allá de ser una falta de respeto está prohibido, nos da pistas para entender mejor lo que ocurre a continuación. La muchacha es periodista, dicen, y se ve que anda loca por encontrar una noticia impactante, así que piensa:


-¡Date! Vuelvo loco al pitufo este y, cuando me hinche a palos, cuelgo el video en Twitter. ¡Así seré famosa y super revolucionaria!


Y claro, se pone a dar por el culo con auténtica pasión: Que si “y por qué”, que si “conozco mis derechos”, que si “oiga, usted que se ha creído”… Y, mientras tanto, el Nacional tratándole de hacer entender que esa cartulina del Diario Nisupu que lleva colgada al cuello no es una identificación oficial válida.


Estos son los dos actores, y el conflicto está muy claro: Mientras el funcionario desea obtener los datos de la chavala, esta se ha propuesto impedir por todos los medios que consiga su propósito con la única intención de provocar una situación tensa que, finalmente, acaba materializándose. En otra palabras, la muy pelma acaba logrando lo que tan fervientemente deseaba registrar: Que el maromo pierda los estribos y, ante un más que flagrante desacato a la autoridad, la detenga por resistirse a cumplir con su deber ciudadano de identificarse ante las fuerzas de el orden.

Esto es lo que ha ocurrido, no nos engañemos. Que una estúpida le ha buscado las cosquillas a un gorila que tenía (por ley) todas las de ganar. Lo comprenderíamos y aceptaríamos a la primera si no fuera por que al agente, cuando los tiene ya como sandías, se le escapa ese “que te pego una hostia” que todos y todas, de una manera o de otra, hemos dejado escapar ante una situación complicada alguna vez en nuestras vidas (y mentiroso el que lo niegue).

¿Lo peor de la historia? Que mientras que esta insolente (a la que debieron hacer poco caso cuando niña) saldrá libre de cargos en poco más de dos horas, nuestro desgraciado amigo se enfrentará a un expediente del que saldrá escaldado y desencantado con su profesión. Resumiendo, el cuerpo contará con un buen policía menos y la sociedad podrá presumir de haber dejado marchar de rositas a una listilla más.

Desde Comiendo Detergente, por políticamente incorrecto que resulte, enviamos apoyo incondicional a todos los agentes de policía honestos que se ven forzados a aguantar situaciones molestas, incomodas, estresantes o violentas en el ejercicio de sus funciones cotidianas. Vaya nuestro reconocimiento a quienes, cada día y cada noche, cumplen órdenes humillantes e injustas que les obligan a soportar golpes, insultos, reproches y memeces varias de ese animal estúpido que es la masa y de los individuos que la conforman.

A título personal diré que, cuando un policía debidamente acreditado me pide el carné, nunca pongo trabas y lo muestro sin chistar. Así he logrado llegar a cierta edad sin que ningún madero amenace con ahostiarme, y soy muy feliz.

Compartid este secreto con quien creáis conveniente.








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viernes, 5 de agosto de 2011

Adivinen quién retransmitirá la visita del Papa...

La empresa seleccionada para distribuir la señal televisiva del controvertido viaje a España de Benedicto XVI es nada menos que Overon. Un nombre que a la mayoría no les dirá nada, pero que resulta muy familiar a los que conocemos mínimamente el apestoso mundillo audiovisual.

Overon se define a sí misma como "la compañía líder del sector de transporte audiovisual en España" y pertenece a Mediapro, propietaria tanto del panfleto diario Público como del único canal de televisión capaz de seguir dorándole la píldora al Gobierno tras su patética y calamitosa gestión: La Sexta. De hecho, el edificio de la cadena gubernamental colinda con el de Overon, estando ambos situados en la calle Viriato de la Ciudad de la Imagen de Pozuelo.

El dueño del 33% de las acciones de Mediapro es un tipo llamado Jaime Roures, amiguito del (políticamente) difunto Zetapé, al que debe la concesión de la última licencia de televisión analógica en abierto. Un comunista, troskista e independentista millonario con un enorme parecido al villano de los Pitufos, el pérfido Gargamel. Un señor que admite que no trabaja... sino que milita, aunque muchos ya lo sospechábamos mucho antes de que lo revelase en una entrevista.




Leo que han sido los propios responsables de la organización de la JMJ quienes han elegido, de entre otras muchas empresas, precisamente a Overon para cubrir el acontecimiento. ¿Están tontos estos muchachos? ¿O están tan ocupados con los preparativos que no han sacado un rato libre para recabar información sobre las opiniones que desde la empresa del señor Roures se vierten a diario sobre la Iglesia en general y el Papa en particular?

Tal vez no han tenido tiempo de leer en Público como se califica la visita del Santo Padre de golpe de estado o de terrorista al mismo Estado Vaticano que Ratzinguer representa. Puede que no recuerden el tratamiento que suele darse desde La Sexta a la figura del Sumo Pontífice, de cara tanto a pasadas visitas como a la que este Agosto tendrá lugar. La contradicción es comparable a que un club gay colocara como seguridad privada a una escuadra de Falange, o a que un alcalde del PP en el País Vasco tuviera de guardaespaldas a una panda de pistoleros de la ETA: Poco importa lo excelentemente capacitados que se encuentren para desempeñar la tarea cuando se trata de personas o colectivos abierta e inequívocamente posicionados en contra de quién les contrata.

Lo cierto es que Rouco va a pagar a Mediapro por retransmitir las imágenes de la Jornada Mundial de la Juventud mientras que, al mismo tiempo, los principales medios de comunicación del grupo continuarán la campaña de boicot a la Iglesia a la que nos tienen acostumbrados. Una situación incoherente que habla muy mal de Monseñor pero aún peor del troskista Roures, que demuestra que es perfectamente capaz de servir a dos amos si el salario es lo suficientemente suculento.

Así, mientras que por un lado sus convicciones le impulsan a difundir opiniones anticlericales en los medios que domina, su insaciable ánimo de lucro le empuja por otro a presentarse a un concurso en el que ha competido por dar la cobertura necesaria a un líder religioso del que, si fuese coherente con la ideología que pregona profesar, no debería querer ni oír hablar.








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