09 junio, 2008

"Ofendiendo" (hacía mucho que no citaba a Marías)

[...] Iba yo hace unos meses por la calle cuando, desde la otra acera, un trío de individuos de mediana edad me gritó: “¡Javier Marías! ¡Eres un futbolero!” Bueno, eso fue lo que entendí –la calzada abarrotada de coches estruendosos, como es lo habitual–, y sin duda entendí muy mal. Debieron de decirme más bien “¡Eres un mierdero!” o algo por el estilo, a tenor de lo que vino a continuación: “¡Yo soy de la Semana Santa”, añadió el que llevaba la voz cantante, “y todos los años me insultas!” Creo que sólo acerté a contestarle: “No, yo a usted no puedo insultarlo, porque ni siquiera lo conozco”. El sujeto insistió, sin embargo, con la mera repetición: “¡Sí, me insultas a mí y a todos los que son como yo!” La cosa no estaba como para entablar un diálogo a gritos, y tampoco nos encontrábamos a la altura de un semáforo, para cruzar ellos o yo. Así que seguí mi camino y supongo que ellos el suyo –furiosos como iban–, y no hubo más. [...]



[...] Tras más de treinta años de democracia lo normal sería que los españoles hubieran aprendido a distinguir con precisión a qué tienen de verdad derecho y a qué no, y por supuesto cuáles son sus deberes, pero, lejos de eso, cada vez cuesta más que lo distingan. La culpa no es sólo de la publicidad, claro está, sino en gran medida de los políticos, que además, en el reciente periodo preelectoral, se han dedicado a ofrecer toda clase de bicocas fantásticas a los votantes, haciéndoles creer aún más en su enloquecida y siempre creciente ampliación de “derechos”. Y otro tanto consigue la prensa, la cual, por ejemplo, ha convencido a los ciudadanos de que “hay que respetar todas las opiniones”, cuando lo único que hay que respetar es que todo el mundo pueda expresar la suya. Pero una vez expresadas, todas pueden ser objeto de crítica, irrisión, desprecio, denuesto, sátira o diatriba. Yo tengo derecho a decir que tal o cual opinión me parece una majadería, o racista, o machista. A lo que no lo tengo es a impedir que nadie suelte la suya. Son cosas muy distintas que se tienden a confundir, y por eso son frecuentes los lectores que me acusan de “insultar” si tildo de necedad tal o cual postura, y me recriminan que “falte al respeto” a quienes no piensan como yo. Todo el mundo puede decir lo que quiera, faltaría más, pero también todo el mundo puede opinar lo que quiera sobre lo que dicen los demás. Y todo el mundo puede opinar, desde luego, que las necedades enormes las estoy soltando yo. [...]

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