‘La Corneta de mi General’: Réquiem por mi General

Albures a mil por hora, improvisación de mala factura, y un elenco de poca madre: Luis de Alba, El Flaco Guzmán, Chabelo, Cepillín, Sasha Montenegro, Carmen Salinas, el Chatanuga y César Bono, entre un par más. Ahí nomás.

Estoy hablando de La Corneta de mi General (1983), película orgullosamente mexicana que no escatima en chistes sexistas, humor facilón de pastelazo y mal gusto, propio del cine de ficheras, la peor época del cine nacional para muchos.

Y sin embargo La Corneta de mi General es un filme que resulta peculiar y emblemático del fin de ese cine, que pese a que sea un mal antecedente, es papá del humor ramplón que Héctor Suárez y Eugenio Derbéz capitalizaran en los noventa.

El argumento es sencillo: Tejeringo el Chico está peleado con Tejeringo el Grande, la lucha entre cábulas machones de Tejeringo el Grande se debate con sus vecinos, quienes ponen en duda la hombría y el honor de los de El Grande. Las cosas se ponen duras cuando el ataque es contrarrestado con cueros y tetas al aire; la seducción como arma de guerra.

El cine de ficheras fue un lapsus en la vida mexicana que se combinó con el entorno social y político imperante, el apogeo de los tecnócratas permitió que la decadente vida nocturna del mexicano fuera expuesta y caricaturizada hasta el hartazgo. De cierta manera, La Corneta de mi General es un parteaguas de ese tipo de cine; el llamado Nuevo Cine Mexicano estaba empujando con insistencia y los dramas urbanos estaban cobrando fuerza. Esta película es de esos últimos trabajos que tiene parte de esa frescura e inocencia que poseían algunos. Los trabajos posteriores, más cercanos a los noventa, se parecen más a un sketch de Cándido Pérez que a una carpa de circo pervertida.

Clases express de albures picosos, la desgracia cotorra de ver a nuestros acompañantes de infancia (Chabelo y Cepillín) vueltos unos tontorrones calientes y albureros. El ejercicio de la pena ajena se desvanece al ver la película como ternura incómoda de un México que flaqueaba y experimentaba las posibilidades del entretenimiento. Cines pulga, pulques de buena factura, albures instantáneos y discursos políticamente incorrectos ya no están más, algunos lo agradecen y otros lo extrañan, pero ahí están y son parte del mexicano también.

Estas películas fueron antecedentes también de muchas de las producciones que acabaron en el videohome (algunas aún persisten y tienen su mercado), y de esos recursos “humorísticos” que pese a ser siempre desagradables, alguna vez nos divirtieron tanto.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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