miércoles, mayo 07, 2008

Ignaz Semmelweis

Ignaz Semmelweis nació un verano de 1818 en Buda, en pleno corazón del imperio austro-húngaro. Quinto hijo de un próspero comerciante alemán, frustró los deseos de éste de que se convirtiera en abogado, mostrando más interés por la medicina.
Estudió en Viena y Buda, y tras obtener el doctorado en obstetricia, Semmelweis obtuvo un puesto de ayudante en el Hospital General de Viena. Muy pronto comenzará a trabajar en la Maternidad del hospital.
Hasta aquel entonces traer un niño al mundo había sido un riesgo para la salud de las madres, y a mediados del siglo XIX la situación no era diferente. Ignaz Semmelweis se preocupó por la alta tasa de mortalidad entre las parturientas, a causa principalmente de la fiebre puerperal. La horrible cifra de muertes que podía llegar en ocasiones al 90% decidió al doctor húngaro a averiguar la causa.
La Maternidad del hospital vienés estaba dividida en dos pabellones al cargo de dos médicos diferentes. En el primero las madres eran asistidas principalmente por médicos y estudiantes de medicina, mientras en la segunda los partos solían estar a cargo de las tradicionales matronas.
Realizando estudios y observando estadísticas, Semmelweis no dejó de notar que en el segundo pabellón la tasa de mortalidad era muy baja. Intrigado, comenzó a atar cabos, y fue la trágica muerte de un amigo lo que le puso en el camino correcto. Su compañero Jakob se había cortado realizando la autopsia a una de aquellas mujeres, y poco tiempo después falleció, mostrando una patología alarmantemente similar a la de las parturientas.
Semmelweis, como seguramente ya había sospechado, cayó así en la cuenta de que el mal es transportado de alguna forma por los médicos y estudiantes entre los pacientes. Faltaban aún años para que se hablara de gérmenes y contagios, pero Semmelweis había abierto una puerta a una de las prácticas esenciales de la medicina moderna, la esterilización.
¿Por qué aquella diferencia en las tasas de mortandad en los dos pabellones? El doctor húngaro obtuvo la prueba definitiva cuando comprobó que las muertes aumentaban en el segundo pabellón cuando los estudiantes trabajaban allí eventualmente.
Ignaz Semmelweis descubrió horrorizado que tanto él como los médicos y estudiantes habían sido los responsables de tantas muertes. Mientras los médicos no limpiaban el instrumental tras tratar a cada paciente, ni se lavaban las manos, la ancestral práctica de las matronas, mucho más higiénica, evitaba que las madres sucumbieran a las infecciones del post-parto.
El superior de Semmelweis, el doctor Klein, no dará crédito a la teoría del húngaro, con lo que las muertes siguieron sucediéndose. Desesperado, Semmelweis instaló lavabos y obligó a estudiantes y médicos a lavarse las manos así como el instrumental tras cada intervención. Un airado Klein se deshará de Ignaz Semmelweis, quién pondrá en práctica sus teorías en el segundo pabellón.
En los siguientes años se reduce la mortalidad de las parturientas bajo la supervisión del húngaro, quedando demostrado que la higiene ayudaba a salvar vidas. Sin embargo la orgullosa comunidad médica se negó a aceptar la realidad, no pudiendo aceptar que unas simples matronas fueran más efectivas que ellos. Por otro lado, Semmelweis no pudo explicar concienzudamente las causas de su descubrimiento. Sería el francés Pasteur quién años más tarde daría la explicación científica para lo que el húngaro había observado en Viena.
Semmelweis regresó a Hungría, donde siguió con sus prácticas de higiene médica que pronto se hicieron populares por todo el país, mientras el resto de Europa ignoraba sus descubrimientos.
Sus tristes últimos años, llenos de desesperación y demencia, acabaron tras su fallecimiento en 1865, rodeado de ignominia, burlas y envidias. No sería hasta algunas décadas después que su buen nombre sería restituido por los trabajos de Pasteur y del cirujano Joseph Lister, padre de la cirujía moderna.

13 comentarios:

isobel dijo...

a veces las soluciones mas efectivas tienen fáciles remedios, pero para eso hay que observar y ser muy humilde, besos y gracias por descubrirme al personaje

Anónimo dijo...

a veces da miedo ver lo que el orgullo puede hacer.

De todos modos es grato conocer héroes semianónimos,

hentropiah dijo...

gracias por estas pinceladas de conocimiento

pedrotmori dijo...

si siempre miras a los demas como mas sabios que tu, quiza tu ignorancia se reduciria al maximo, siempre pero siempre hay algo que aprender de otros

Reo es amor dijo...

REO ES AMOR!
Gracies per donar una informació valida per el treball!!´
Y TRABAJAD DEMAS GRUPOS!!

TOMY ANO dijo...

GRACIAS POR LA INFORMACION

Möbius el Crononauta dijo...

De nada

Marisol dijo...

Me parece perfecta la labor de esclarecer quiénes son los erdaderos descubridores de lo que hoy dia es una práctica indispensable en la vida cotidiana.

Anónimo dijo...

aún hay quienes siguen viviendo en el pasado, y aún se niegan a lavarse las manos cuando de atender aun paciente se trata

Anónimo dijo...

gracias por comentar la vida del maestro que se hizo martir para enseñarles al mundo en que se equivocaban,lo admiro y lo admirare siempre como medico y como persona..

Arturo G. Morales dijo...

El pobre Semmelweis acabó internado en un psiquiátrico , de manera forzosa. En uno de sus ataques fue muerto a palos por los celadores

Anónimo dijo...

Arturo es verdad y el pobre murio de infeciones a las que el luchaba ! Triste... pero asi pasaron en descubrir muchas cosas !
El orgullio va delante de la muerte !
Gracias por el articulo !

Unknown dijo...

tonto