Palabras, imágenes, canciones, emociones que nos acompañan en nuestro camino.


dilluns, 2 de maig del 2011

EL ÁGUILA QUE CREÍA SER UNA GALLINA - Fábula.

Mario Alonso Puig en su libro "Reinventarse, Tu segunda oportunidad", incluye este cuento que creo muy ilustrativo en la comparación del aguila y la gallina.


"Un pastor que vivía en una cabaña cerca de un bosque y a cierta distancia de una montaña, tenía un corral con gallinas y un rebaño de cabras.

Aquel año hubo una gran sequía, con lo cual la mayor parte de la hierba desapareció. Por esa razón, el pastor decidió llevar sus cabras a lo alto de la montaña, donde probablemente al haber más humedad, encontraría algo de hierba tierna para sus animales. Así lo hizo y, después de un largo caminar, llegó junto a la cima de la montaña. Allí sus animales pastaron durante unas horas, hasta que fue cayendo la tarde y el pastor decidió volver de nuevo a la cabaña donde vivía.


Bajaba entre las piedras con su rebaño cuando vio frente a él algo grande, que en seguida reconoció como un nido de águilas. Al acercarse observó que en el interior había dos polluelos, uno de los cuales se había matado al desprenderse el nido de la roca en la que se encontraba. El otro polluelo, aunque algo se movía, parecía estar gravemente herido.


Al pastor no le gustaban nada las águilas porque las tenía por enemigas. en alguna ocasión habían atacado a sus cabras e, incluso, se habían llevado a alguna de sus gallinas. No obstante, llevado por la lástima, el pastor se agachó, cogió con delicadeza el polluelo herido y lo llevó a su cabaña. Allí lo curó como pudo y empezó a alimentarlo con pequeños trocitos de carne, mientras dejaba que la naturaleza hiciera el resto. El animal se recuperó por completo y empezó a crecer y crecer hasta que se convirtió en un magnífico ejemplar adulto de águila.


A partir del momento en el que el águila se hizo adulta, las cosas empezaron a cambiar. El pastor, que inicialmente se sentía tan orgulloso por lo que había hecho, empezó a sentirse cada vez más inquieto con la presencia de aquel animal. De alguna manera, no lograba evitar que imágenes cargadas de emoción le vinieran a la cabeza y le recordaran lo que animales como aquél habían hecho con sus cabras y sus gallinas.


Un día, el pastor llegó a una decisión, la de abandonar el animal en el bosque, pensando que sin duda la naturaleza se ocuparía de nuevo en ayudarlo a sobrevivir. Tres veces llevó el pastor el águila al bosque y tres veces el águila le siguió dando pequeños saltitos en el suelo.

No sabiendo ya qué hacer para deshacerse del animal, el pastor pensó y pensó hasta que se le ocurrió la más absurda de las ideas: metería el águila en el corral con sus gallinas.


Cuando las gallinas vieron entrar en el corral a ese animal al que tanto temían, se adentraron despavoridas en la pequeña caseta en la que se refugiaban. Pronto se dieron cuenta del extraño comportamiento de aquel animal, que permanecía quieto y solo, y se fueron acostumbrando de forma progresiva a su presencia en aquel lugar.


Los años fueron pasando y aquella águila se acostumbró a vivir como una gallina. Comía lo mismo que comen las gallinas, se movía como las gallinas e incluso aprendió a emitir los mismos sonidos que emiten las gallinas.


Estaba la situación así, cuando pasó por aquella región un naturalista que estaba haciendo un estudio sobre las águilas de aquella región y, al pasar junto a la cabaña del pastor, contempló, incrédulo, el espectáculo que se ofrecía: ni más ni menos que un águila conviviendo con las gallinas. Corriendo, golpeó con fuerza la puerta de la cabaña del pastor, el cual al oír los ruidos abrió sobresaltado.


- ¿Quién es usted, qué es lo que quiere?


- Le ruego que me perdone, soy un naturalista que me dedico al estudio de las águilas y he visto algo inaudito, un águila viviendo entre las gallinas.


El pastor comprendió perfectamente la causa de la sorpresa de aquel investigador y, después de invitarle a entrar en su cabaña, le explicó la historia de cómo la encontró, la curó y la crió entre las gallinas.


El naturalista escuchaba absorto la historia, hasta que algo le "sacudió" bruscamente, algo aparentemente inocente, ya que fue sólo un sencillo comentario que hizo el pastor.

- Verá, amigo mío, el animal ha vivido tanto tiempo entre gallinas que ya no me queda la menor duda de que, aunque su forma siga siendo de águila, en su interior no es ya nada más que una gallina.

- De verdad que lo siento, pero no puedo estar más en desacuerdo con lo que acaba de decir - contestó el naturalista.

El pastor se sintió tal vez un poco agraviado porque quizás considerara que nadie conocía tan bien a aquel animal como él.

- Si está convencido, ¿por qué no me lo demuestra sencillamente haciendo que vuele?

El naturalista se fue al corral, cogió el águila e hizo lo primero que se le ocurrió, que fue lanzarla por los aires gritando "¡vuela!". El animal cayó pesadamente y se escondió en el interior del corral. El pastor hizo una mueca irónica, aunque ello no hizo que el naturalista se diera por vencido. Entonces, empezó a mirar a su alrededor como si buscara algo, hasta que se fijó en que a unos metros de allí había una escalera. Se acercó, la cogió y la apoyó en una de las paredes de la cabaña del pastor. Entró de nuevo en el corral, agarró el águila y subió con ella por la escalera hasta llegar al tejado. Desde allí, lanzó el águila por los aires diciendo "¡vuela!". El pobre animal se precipitó como una bola de plumas contra el suelo y se quedó unos instantes aturdido. En cuanto recuperó su compostura, rápidamente se escondió en el interior del corral.

El pastor dijo entonces:


- Si sigues así vas a matar a mi gallina.


Por alguna razón, y a pesar de todas la evidencias en contra y de todas las críticas de aquel pastor, el naturalista tenía una absoluta certeza en que el espíritu de un águila jamás muere y, por eso, a pesar de todo, no se dio por vencido.


De repente, algo en el horizonte captó su atención.


- ¿Qué es aquello que se ve al fondo?.

- Es el pico de la montaña donde encontré el águila cuando se desprendió el nido, ¿por qué?.

- Porque la voy a llevar allí, donde ella nació, tal vez pueda así recordar sus orígenes y se dé cuenta de que puede volar.

- Tú estás loco, eres un insensato incapaz de darte por vencido. ¿Acaso no has tenido suficientes evidencias de los absurdo de tu teoría, de esa estupidez de que el espíritu de un águila nunca muere?.

El naturalista no se defendió, simplemente actuó. Entró de nuevo en el corral, cogió el águila y empezó a caminar con la vista puesta en el pico de aquella montaña. El pastor, sin entender muy bien por qué y viendo que caía la noche, cogió una linterna y les siguió. Durante toda la noche estuvieron subiendo por la montaña sin que el naturalista supiera qué hacer para despertar el espíritu dormido del águila.

Cuando llegaron al pico de la montaña, donde el águila había nacido, empezó a amanecer y entonces el naturalista observó algo curioso: el águila apartaba la mirada del sol. Sin saber muy bien por qué, agarró el pescuezo del animal y lo obligó a mirar al sol. En ese momento, el águila hizo unos extraños movimientos, abrió unas espléndidas alas y se puso a volar. Aquel día el águila recordó quién era en realidad y recuperó su verdadera identidad, que no era de gallina, sino de águila."

El doctor Mario Aloso Puig, hace los siguientes comentarios del cuento:


Un águila no es mejor que una gallina y , sin embargo, ve ochenta y dos veces mejor que una gallina y por eso puede ver presas a más de dos kilómetros de distancia. Además, un águila es capaz de ver paisajes que una gallina ni siquiera sería capaz de soñar. Es cierto que la vida de una gallina es más cómoda porque la comida le es dada, mientras que el águila tiene que cazar; sin embargo, el precio que se paga tal vez sea demasiado alto porque no es nada más y nada menos que el ejercicio de la libertad.



A los seres humanos, continúa Mario Alonso Puig, nos pasa algo muy parecido a lo que le pasaba al águila de la historia. Nos hemos olvidado de quiénes somos en realidad y hemos adoptado una nueva identidad que, como no se corresponde con nuestra realidad, nos deja siempre, tengamos lo que tengamos, con una sensación de vacío interior. Para poder llenar esta sensación de que nos falta algo, intentamos adornar esa identidad que hemos tomado para que parezca más llamativa y valiosa. Por eso tantas veces soñamos con esa persona que quisiéramos ser y con esa forma de ser que nos gustaría tener. Nuestro mundo personal y social está lleno de "deberías", "no deberías", de "tendrías" y "no tendrías". 


Todas estas exigencias tienen sentido cuando uno se contempla a sí mismo como defectuoso e incompleto, pero no tiene sentido cuando comprende que lo que está más allá de la identidad aparente es una esencia llena de inteligencia, creatividad y amor, y que, por su propia naturaleza, es perfecta, esto es, completa. 

Por eso, el entrenamiento que verdaderamente ofrece resultados no es el que nos ayuda a mejorar nuestra falsa identidad, sino aquél que nos ayuda a trascender esa identidad para reencontrarnos con quienes somos en realidad.

Lo que necesitamos es descubrir qué hay realmente detrás de las palabras YO SOY.

1 comentari:

  1. JO SÓC.....doncs no ho se...Sí que se el que no sóc....com he de fer per saber realment qui sóc???. La sensació de buit l'he experimentada més sovint del que m'agradaria. Ara ja entenc perquè. Si algú coneix com "entrenar-se" perquè transcendeixi la nostra veritable identitat...estic oberta a tot....
    Bon dia a tothom!!

    ResponElimina