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Se volvió el segundo hogar de periodistas, artistas y otros grupos de amigos. Hoy es un clásico.

Pionero y padre putativo de bares alivianados y posmodernos para cotorrear entre cuates como Cinemanía y Pata Negra. Mantiene un ambiente agradable, buen servicio y buena música en el tono Mano Negra y La Maldita Vecindad, y cosas más actuales como Franz Ferdinand e Interpol.
Su especialidad son los mojitos, pero, aunque no lo creas, hacen unos martinis y manhattans impecables. Para pedir tus bebidas en la barra primero hay que comprar milagros. Lo recomendable es comprar sólo lo que te vas a beber y así evitarte cruda de tener tu quincena en billetitos de juguete. Un gran plus aquí es que no tienes que preocuparte por la propina, ya que viene incluída en los precios.

A las 2 de la mañana tocan la campanita que indica que es la hora de volver a casa.

La noche del Defe tiene de todo, ya lo hemos dicho hasta el cansancio. Mientras la noche de la ciudad se va especializando más y más, dividiéndose en compartimientos según la pose, la música, la concurrencia y hasta la ubicación, muchos queremos algo que sea nuestro y que nos haga sentir bien sin tener que disfrazarnos de algo.

Y es aquí cuando digo: suerte que existe el Bar Milán, escondido en el número 18 de la calle del mismo nombre en la colonia Juárez, apenas a unas cuadras del cruce entre Reforma e Insurgentes.

Pequeño refugio en medio de la noche agitada y demasiado dividida, el Bar Milán es uno de esos escasos lugares del Defe donde la única regla es mantener bien el ambiente. Lo demás poco importa, ahí no discriminan ni por sexo, ni por preferencia, ni por vestimenta, ni por la posición económica… ¡con decir que tiene su propia moneda, los llamados milagros!

La música podría catalogarse dentro de "rock" pero se quedaría corta la descripción. Interpol, The Cure, Metallica, The Ting Tings e Incubus suenan, pero también Daft Punk, Madonna, Ladytron y ya más entrada la noche lo común es que pongan las canciones de rock en español que hacen regresar el tiempo (alguna notable ocasión hubo Timbiriche). Pareciera que el DJ no quiere que nadie se sienta fuera o se quede sin cantar.

Por supuesto, como todo buen bar, el Milán tiene una amplia selección de tragos. Afortunadamente no son caros y el mayor problema será decidir qué tomar. La estrella son los mojitos, deliciosos y bien servidos: con tres de esos la luz tenue, la música y el enorme nopal atrás de la barra parecerán el escenario perfecto para un cuento a la medida, de esos que el Milán seguramente guarda gracias a su política de que todos son bienvenidos.

A todo esto, ¿qué hace especial al Milán si todo el mundo puede entrar? Pues justamente eso.

Nada de filas, nada de que el cadenero decida si eres cool o no, nada de divas autoproclamadas, nada de poses innecesarias: al Bar Milán vas para pasártela bien, sin importar la etiqueta que traigas en la ropa o en las ideas.

Y eso, en una ciudad obsesionada por las apariencias, es bien relajante.

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