martes, 17 de diciembre de 2013

Un vecino con intereses de expansión

La separación de Texas Al iniciar la década de 1830 la situación de Texas era preocupante: año con
año cruzaban la frontera miles de estadunidenses que se instalaban de forma ilegal en aquel territorio sin que el gobierno pudiera impedirlo. Los colonos desafiaban las leyes de la República y a las autoridades mexicanas y muchos de ellos deseaban separar a Texas de México.

A finales de 1835 el Congreso decidió convertir al país en una república centralista. Esto causó descontento en algunos estados y sirvió de pretexto a los colonos texanos para consumar su propósito, así que se declararon independientes argumentando que ellos habían jurado la Constitución federal de 1824 y no estaban obligados a ser parte de un país que había cambiado su forma de gobierno.

A principios del año siguiente Antonio López de Santa Anna, al frente del ejército, marchó hacia Texas con la intención de someter a los colonos rebeldes. Pero después de algunos triunfos (como la toma del fuerte de El Álamo) fue derrotado y capturado en la batalla de San Jacinto, en abril de 1836. Mientras estaba prisionero firmó un acuerdo en el que aceptaba la independencia de Texas y ordenó la retirada de las tropas mexicanas. El Congreso se negó a aceptar este convenio y consideró que Texas continuaba siendo parte del país, mas el gobierno mexicano no tenía recursos para financiar una nueva campaña militar contra los separatistas. Finalmente los texanos declararon su independencia y formaron una república independiente; en 1845 pedirían su anexión a Estados Unidos, lo cual generó un conflicto entre ambos países.



La guerra con Estados Unidos

Una vez que Texas se incorporó a Estados Unidos, este país buscó extender sus dominios hasta las costas del Pacífico. Para conseguirlo propuso a México la compra de Nuevo México y California, pero el gobierno se negó a vender esos territorios. Ante esto, el gobierno estadunidense planeó conseguirlos militarmente.

A pesar de esta amenaza, los grupos políticos mexicanos no suspendieron sus disputas; por el contrario, siguieron enfrentados entre sí. En tales circunstancias resultaba difícil enfrentar con éxito a un enemigo que estaba mejor preparado para la guerra.

Los primeros enfrentamientos se produjeron en abril de 1846 en la frontera entre Texas y Tamaulipas. En mayo, Estados Unidos le declaró la guerra a México. Durante los siguientes meses los soldados estadunidenses invadieron nuestro país por dos direcciones: unos atacaron Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, mientras que otros avanzaron hacia Nuevo México y California. En septiembre del mismo año tuvo lugar una reñida batalla en Monterrey, y en febrero de 1847 se libró otro enfrentamiento de grandes proporciones en un paraje llamado La Angostura, cerca de Saltillo.

El gobierno de Estados Unidos también envió otra fuerza a atacar Veracruz; sus barcos de guerra sometieron al puerto a un intenso bombardeo. Marinos y soldados mexicanos defendieron la ciudad, pero debieron rendirse ante la superioridad enemiga. Luego de ello las tropas estadunidenses avanzaron hacia el centro del país. En agosto de 1847 llegaron al valle de México y emprendieron el ataque contra la capital de la República. En los alrededores de la ciudad se libraron batallas en Padierna, Churubusco, Molino del Rey y Chapultepec, acciones en las que fue derrotado el ejército mexicano. Finalmente, el 14 de septiembre el ejército invasor izó su bandera en Palacio Nacional y permaneció en la ciudad hasta mediados del siguiente año. A lo largo de varios meses, algunos representantes mexicanos negociaron con un enviado estadunidense para acordar los términos de la paz; además de Nuevo México y California el gobierno de Estados Unidos quería apoderarse de la península de Baja California y partes de Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua y Sonora; pero los negociadores mexicanos se opusieron. En febrero de 1848 se firmaron los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, mediante los cuales México aceptó la pérdida de Nuevo México y California. Estados Unidos se comprometió a pagar una compensación de 15 millones de pesos. La derrota militar, la muerte de miles de soldados y la pérdida de la mitad de su territorio representaron un gran golpe para México. Durante los siguientes años el país vivió una etapa de gran desilusión y caos político.


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