ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Machismo bueno, machismo malo

       Mis conocimientos de Medicina son absolutamente agrícolas: no entiendo ni papa. Por lo que no sé si mis torpes ideas sobre la materia son acertadas o erróneas. Verbigracia, lo que dicen que hay un colesterol bueno, simpatiquísimo, extraordinaria persona, y, frente a él, un colesterol malo, malísimo, muy mala gente. Un sieso. Un colesterol hijolagramputa, del que hay que tener muchísimo cuidado, porque como pueda, te la clava. Cuando oía lo del colesterol bueno y del colesterol malo pensaba hasta ahora que debían de ser como el poli bueno y el poli malo en los interrogatorios de las pelis de crímenes. Pero los últimos acontecimientos sobre la femenina condición me llevan a mejor comparación: el colesterol bueno y el colesterol malo son como el machismo bueno y el machismo malo. Creía el común de los mortales que hasta ahora sólo había un machismo. Eso será en el mundo, por ahí lejos. Pero en España, que siempre es diferente, no ocurre así. En España, al igual que existe el tinto de Rueda y el blanco de Rueda, el lomo de Guijuelo y la caña de lomo de Guijuelo o el mantecado de Estepa y el polvorón de Estepa, tenemos el machismo bueno y el machismo malo.
Hay un machismo malo, malísimo: el machismo de derechas, facha, reaccionario, rancio. Por ejemplo, el alcalde de Valladolid hace una comparación estética sobre determinada señora del partido de su oposición y en tropel, en tromba, se le echa encima la carga del Séptimo de Caballería del feminismo militante, que le pide poco menos que la cadena perpetua, y le insultan en la barra libre anónima e impune de esos vertederos de basura llamados redes sociales, así como en perfecto tertulianés por radio y televisión. Ese machismo merece la inmediata reprobación social de las profesionales del feminismo, como Elena Valenciano, Susana Díaz o Soraya Rodríguez, cuando no la pira en la plaza pública, pues es herejía que persigue de oficio, de Santo Oficio, la Inquisición de lo políticamente correcto.
Y frente a ese machismo que debe ser erradicado de la faz de la tierra española, existe otro: el machismo bueno, el saludable, que expresa siempre una voluntad de modernidad, de progreso y de por aquí te quiero ver. Es el machismo de izquierdas, progresista, solidario, sostenible y todas esas cosas; que no merece tal nombre, pues es simplemente dialéctica política contra el adversario. Que las tías de derechas no sean tan carcas y tan cavernícolas, joé, que se tienen más que merecidos los ataques del machismo de izquierdas. Cuando le rascan a un tío del PSOE o de IU y le sale el machista que lleva dentro, como es un machismo de izquierdas y progresista, silencio en las redes sociales, y Elena Valenciano, y Bibiana Aido, y Carmen Chacón, y la otra y la de la garlopa, de Belinda. No Passsa Nada. Cuando un consejero socialista de la Junta, Emilio de Llera, dice que la jueza Alaya lleva varios procesos y sigue tan guapa, silencio. Cuando el mismo machista de izquierdas dice que en Educación está "la de las tetas gordas", silencio. Y cuando un paniaguado aparatista del PSOE dice en Huelva que la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, estaría mejor en su pueblo, en San Juan del Puerto, haciendo punto de cruz, pues silencio. ¿Se imaginan que alguien del PP mandara a Elena Valenciano a hacer encaje de bolillos, que es lo que suele dentro de su descuajaringado partido? Y digo encaje de bolillos porque el punto de Fátima Báñez es de cruz, y no hay derecho. Esto es lo que no me cuadra: que el machista de izquierdas de turno, ante el habitual silencio de las feministas profesionales, haya mandado a la ministra a hacer punto de cruz, precisamente de cruz, habiendo vainicas. ¿Pero no estamos en un Estado Laico?


 

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