viernes, 30 de enero de 2015

Muerte de fiscal enturbia democracia argentina(1)

Fiscal especial Natalio Alberto Nisman.
La muerte de un fiscal que investigaba uno de los mayores misterios sin resolver de la historia de Argentina, el atentado hace más de 20 años contra un centro judío, pone a prueba una democracia inmadura, en una trama de hipótesis conspirativas y de promiscuidad entre los servicios secretos y el poder.
La víctima es Natalio Alberto Nisman, hallado muerto el domingo 18 de enero, la víspera en que debía presentar al Congreso legislativo pruebas de que la presidenta Cristina Fernández había incurrido, según su denuncia,  en el encubrimiento de cinco iraníes sospechosos del ataque contra la AMIA, el 18 de julio de 1994, que dejó 85 muertos y 300 heridos.
El escenario -de lo que fue tipificado hasta ahora como una muerte dudosa, en la que cabe investigar “si hubo algún tipo de inducción o instigación a través de amenazas”- es su departamento en el barrio de Puerto Madero, en la capital Buenos Aires.
“Este misterio se parece más al del cuento ‘Los crímenes de la calle Morgue’ que Edgar Allan Poe publicó en 1841: puertas cerradas por dentro, sin balcón, en el piso 13 de una torre inaccesible de otro modo, el cuerpo caído en el piso del baño bloqueando la puerta… un solo disparo en la sien y sin intervención de terceras personas…”, consideró el periodista Horacio Verbitsky en el diario progubernamental Página 12.
Los argentinos suelen recurrir a la novela negra para contar su propia historia.
Entre los casos reales más emblemático y nunca aclarados está el de la desaparición de las manos del cadáver embalsamado del expresidente Juan Domingo Perón, en 1987, que se atribuyó a un ritual de la logia masónica P2, a un intento de golpear la renaciente democracia, o el deseo de destruir simbólicamente el culto al exmandatario, que gobernó el país entre 1946 y 1955 y entre 1973 y 1974.
Pero en el actual contexto global y tras una no muy lejana dictadura militar (1976-1983),  que dejó 30,000 desaparecidos, la muerte del fiscal revivió en los argentinos una sensación de indefensión y “déjà vu” (ya visto), con ingredientes  policiales de los nuevos tiempos.
“Todos somos vulnerables. Hoy vinieron por él, mañana vendrán por nosotros”,  argumentó la docente Rita Vega, mientras participaba la noche del mismo lunes 19 en una protesta contra esa muerte ante la Casa Rosada, la sede de la presidencia.
La manifestación fue convocada por las redes sociales bajo el lema “Yo soy Nisman”, inspirado en el que se globalizó tras el atentado en Paris contra el semanario satírico Charlie Hebdo, el 7 de enero.
“La democracia argentina, que está entrando en su año 32, es suficientemente sólida y pacífica como para aguantar cimbronazos al estilo de la muerte del fiscal Alberto Nisman”, aseguró el analista internacional Martín Granovsky.
La muerte divide una vez más a la sociedad argentina entre quienes desde la oposición endilgan la muerte de Nisman al gobierno y quienes desde la cercanía al gobierno esgrimen que el fiscal se suicidó porque no tenía pruebas suficientes para sustentar sus acusaciones, o que fue “inducido” a matarse.
El secretario general de la Interpol, Roland Kennet, había desmentido la acusación de Nisman (basada en escuchas teléfonicas) de que la presidenta y algunos colaboradores habrían solicitado levantar las órdenes de captura internacional contra cinco iraníes sospechosos del ataque a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina).

Nisman acusó a Fernández el 14 de enero de supuesto encubrimiento, con el objetivo de  “acercarse al régimen iraní y restablecer relaciones comerciales plenas para aliviar la severa crisis energética argentina, mediante un intercambio de petróleo por granos”.
Lea Nisman, Página 2. 

No hay comentarios: